Día litúrgico: Domingo XXIX (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 22,15-21): En aquel tiempo,
los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en
alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a
decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con
franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las
personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?».
Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis?
Mostradme la moneda del tributo». Ellos le presentaron un denario. Y les dice:
«¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Dícenle: «Del César». Entonces
les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios».
Comentario: P. Antoni POU OSB Monje de
Montserrat (Montserrat, Barcelona, España).
Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios
Hoy, se nos presenta para nuestra consideración una
"famosa" afirmación de Jesucristo: «Lo del César devolvédselo al
César, y lo de Dios a Dios» (Mt 22,21).
No entenderíamos bien esta frase sin tener en cuenta el
contexto en el que Jesús la pronuncia: «los fariseos se fueron y celebraron
consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra» (Mt 22,15), y Jesús
advirtió su malicia (cf. v. 18). Así, pues, la respuesta de Jesús está
calculada. Al escucharla, los fariseos quedaron sorprendidos, no se la
esperaban. Si claramente hubiese ido en contra del César, le habrían podido
denunciar; si hubiese ido claramente a favor de pagar el tributo al César,
habrían marchado satisfechos de su astucia. Pero Jesucristo, sin hablar en
contra del César, lo ha relativizado: hay que dar a Dios lo que es de Dios, y
Dios es Señor incluso de los poderes de este mundo.
El César, como todo gobernante, no puede ejercer un poder
arbitrario, porque su poder le es dado en "prenda" o garantía; como
los siervos de la parábola de los talentos, que han de responder ante el Señor
por el uso de los talentos. En el Evangelio de san Juan, Jesús dice a Pilatos:
«No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba» (Jn
19,10). Jesús no quiere presentarse como un agitador político. Sencillamente,
pone las cosas en su lugar.
La interpretación que se ha hecho a veces de Mt 22,21 es
que la Iglesia no debería "inmiscuirse en política", sino solamente
ocuparse del culto. Pero esta interpretación es totalmente falsa, porque
ocuparse de Dios no es sólo ocuparse del culto, sino preocuparse por la
justicia, y por los hombres, que son los hijos de Dios. Pretender que la
Iglesia permanezca en las sacristías, que se haga la sorda, la ciega y la muda
ante los problemas morales y humanos de nuestro tiempo, es quitar a Dios lo que
es de Dios. «La tolerancia que sólo admite a Dios como opinión privada, pero
que le niega el dominio público (…) no es tolerancia, sino hipocresía» (Benedicto XVI).
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