Hoy, la mención que Jesús hace de la "puerta
estrecha" cuestiona el "mito del progreso". Las ideologías
—demolida la esperanza en el más allá— imponen el progreso como norma del obrar
político y humano en general. Aunque en los últimos años se han logrado enormes
progresos (tecnológicos, científicos), sigue siendo actual la ambivalencia de
este progreso: éste empieza a amenazar a la creación, que es la base de nuestra
existencia.
Es indispensable orientar el progreso según criterios morales.
Ante todo, se debe considerar que el progreso se extiende a la relación del
hombre con el mundo material, pero eso no da lugar —como el marxismo y el
liberalismo habían enseñado— al hombre nuevo, a la nueva sociedad. El hombre
como hombre sigue siendo igual, tanto en las situaciones primitivas como en las
técnicamente desarrolladas. El ser hombre vuelve a comenzar de cero con cada
ser humano.
—Jesús, tú nos has señalado el camino del crecimiento
humano en lo alto de la Cruz y en el horizonte de la eternidad.
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