Día litúrgico: Domingo XXVII (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 21,33-43): En aquel tiempo,
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra
parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó
en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se
ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los
labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los
siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De
nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron
de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le
respetarán’.
»Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí:
‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole,
le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la
viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». Dícenle: «A esos miserables les dará
una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los
frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las
Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha
convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por
eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda
sus frutos».
Comentario: P. Jorge
LORING SJ (Cádiz, España).
Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le
respetarán’
Hoy contemplamos el misterio del rechazo de Dios en
general, y de Cristo en particular. Sorprende la reiterada resistencia de los
hombres ante el amor de Dios.
Pero la parábola hoy se refiere más específicamente al
rechazo que los judíos tuvieron con Cristo: «Finalmente les envió a su hijo,
diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se
dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su
herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron» (Mt
21,37-39). No es fácil entender esto: es porque Cristo vino a redimir al mundo
entero, y los judíos esperan a su “mesías” particular que les dé a ellos el
dominio de todo el mundo…
Cuando estuve en Tierra Santa me dieron un prospecto
turístico de Israel donde están los judíos más famosos de la historia: desde
Moisés, Gedeón y Josué hasta Ben Gurión, que fue el realizador del Estado de
Israel. Sin embargo, en ese prospecto no está Jesucristo. Y Jesús ha sido el
judío más conocido de la historia: hoy se le conoce en el mundo entero, y ya
hace dos mil años que murió…
A los grandes personajes, al cabo del tiempo, se les
admira, pero no se les ama. Hoy nadie ama a Cervantes o a Miguel Ángel. Sin
embargo, Jesús es el más amado de la historia. Hombres y mujeres dan la vida
por amor a Él. Unos de golpe en el martirio, y otros “gota a gota”, viviendo
sólo para Él. Son miles y miles en el mundo entero.
Y Jesús es el que más ha influido en la historia. Valores
hoy aceptados en todas partes, son de origen cristiano. No sólo eso, sino que
además se constata que hoy hay un acercamiento a Jesucristo, también entre
judíos (“nuestros hermanos mayores en la fe”, como dijera Juan Pablo II).
Pidamos a Dios particularmente por la conversión de los judíos, pues este
pueblo, de grandes valores, convertido al catolicismo, puede ser un gran
beneficio para la humanidad entera.
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