Día litúrgico: Miércoles XXVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 11,42-46): En aquel tiempo,
el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la
menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor
a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de
vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se
os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no
se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!». Uno de los legistas le
respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!».
Pero Él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los
hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros
dedos!».
Comentario: Rev. D. Joaquim FONT i Gassol
(Igualada, Barcelona, España).
Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir
aquello
Hoy vemos cómo el Divino Maestro nos da algunas lecciones:
entre ellas, nos habla de los diezmos y también de la coherencia que han de
tener los educadores (padres, maestros y todo cristiano apóstol). En el
Evangelio según san Lucas de la Misa de hoy, la enseñanza aparece de manera más
sintética, pero en los pasajes paralelos de Mateo (23,1ss.) es bastante extensa
y concreta. Todo el pensamiento del Señor concluye en que el alma de nuestra
actividad han de ser la justicia, la
caridad, la misericordia y la fidelidad (cf. Lc 11,42).
Los diezmos en el Antiguo Testamento y nuestra actual
colaboración con la Iglesia, según las leyes y las costumbres, van en la misma
línea. Pero dar valor de ley obligatoria a cosas pequeñas —como lo hacían los
Maestros de la Ley— es exagerado y fatigoso: «¡Ay también de vosotros, los
legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las
tocáis ni con uno de vuestros dedos!» (Lc 11,46).
Es verdad que las personas que afinan tienen delicadezas
de generosidad. Hemos tenido vivencias recientes de personas que de la cosecha
traen para la Iglesia —para el culto y para los pobres— el 10% (el diezmo);
otros que reservan la primera flor (las primicias), el mejor fruto de su
huerto; o bien vienen a ofrecer el mismo importe que han gastado en el viaje de
descanso o de vacaciones; otros traen el producto preferido de su trabajo, todo
ello con este mismo fin. Se adivina ahí asimilado el espíritu del Santo
Evangelio. El amor es ingenioso; de las cosas pequeñas obtiene alegrías y
méritos ante Dios.
El buen pastor pasa al frente del rebaño. Los buenos
padres son modelo: el ejemplo arrastra. Los buenos educadores se esfuerzan en
vivir las virtudes que enseñan. Esto es la coherencia. No solamente con un
dedo, sino de lleno: Vida de Sagrario, devoción a la Virgen, pequeños servicios
en el hogar, difundir buen humor cristiano... «Las almas grandes tienen muy en
cuenta las cosas pequeñas» (San Josemaría).
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