Hoy, Jesús convoca a los Doce, que representaban al futuro
Pueblo de Dios. Gracias a su fiel testimonio y el de sus sucesores (los obispos), la palabra y la vida de Jesús se han hecho presentes de modo
permanente entre nosotros, formando la Tradición viva de la Iglesia.
La sucesión en la función episcopal ha dado continuidad al
ministerio de los Apóstoles. A los Doce se les asoció, en primer lugar, Matías
(sustituyendo a Judas Iscariote), y después, Pablo, y luego Bernabé, y más
tarde otros, hasta la definitiva configuración —en la segunda y tercera
generación— del ministerio del obispo. Por tanto, la continuidad apostólica se
expresa en esta cadena histórica. Y en esta "continuada sucesión" del
Colegio apostólico se encuentra la garantía de perseverancia de la comunidad
eclesial reunida "por" y "en" Cristo.
—Esta continuidad es no solamente sucesión histórica, sino
que también debe entenderse en sentido espiritual: la sucesión apostólica en el
ministerio es considerada como lugar privilegiado de la acción y de la
transmisión del Espíritu Santo.
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