Día litúrgico: Lunes XXV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 8,16-18): En aquel tiempo,
Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o
la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los
que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada
secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís;
porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le
quitará».
Comentario: Rev. D. Joaquim FONT i Gassol
(Igualada, Barcelona, España).
Pone (la lámpara) sobre un candelero, para que los que
entren vean la luz
Hoy, este Evangelio tan breve es rico en temas que atraen
nuestra atención. En primer lugar, “dar luz”: ¡todo es patente ante los ojos de
Dios! Segundo gran tema: las Gracias están engarzadas, la fidelidad a una atrae
a otras: «Gratiam pro gratia» (Jn 1,16). En fin, es un lenguaje humano para
cosas divinas y perdurables.
¡Luz para los que entran en la Iglesia! Desde siglos, las
madres cristianas han enseñado en la intimidad a sus hijos con palabras
expresivas, pero sobre todo con la “luz” de su buen ejemplo. También han
sembrado con la típica cordura popular y evangélica, comprimida en muchos
refranes, llenos de sabiduría y de fe a la vez. Uno de ellos es éste: «Iluminar
y no difuminar». San Mateo nos dice:
«(...) para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra
luz delante de los hombres para que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a
vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,15-16).
Nuestro examen de conciencia al final del día puede
compararse al tendero que repasa la caja para ver el fruto de su trabajo. No
empieza preguntando: —¿Cuánto he perdido? Sino más bien: —¿Qué he ganado? Y
acto seguido: —¿Cómo podré ganar más mañana, qué puedo hacer para mejorar? El
repaso de nuestra jornada acaba con acción de gracias y, por contraste, con un
acto de dolor amoroso. —Me duele no haber amado más y espero lleno de ilusión,
estrenar mañana el nuevo día para agradar más a Nuestro Señor, que siempre me
ve, me acompaña y me ama tanto. —Quiero proporcionar más luz y disminuir el
humo del fuego de mi amor.
En las veladas familiares, los padres y abuelos han
forjado —y forjan— la personalidad y la piedad de los niños de hoy y hombres de
mañana. ¡Merece la pena! ¡Es urgente! María, Estrella de la mañana, Virgen del
amanecer que precede a la Luz del Sol-Jesús, nos guía y da la mano. «¡Oh Virgen
dichosa! Es imposible que se pierda aquel en quien tú has puesto tu mirada» (San Anselmo).
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