Hoy resulta muy actual la descripción que hizo san Pablo
acerca de la "minoría de edad en la fe": un ser llevados a la deriva
y vivir zarandeados por cualquier viento de doctrina. ¡Cuántos
"vientos" hemos conocido en estas últimas décadas! Del marxismo al
liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo; del
ateísmo a un vago misticismo religioso... Es la peor de las cegueras, porque
uno no sabe hacia dónde va ni a dónde ir.
Tener una fe clara es etiquetado con frecuencia como
fundamentalismo, mientras que el relativismo —la "ceguera" del pensar
según "lo que se lleva"— parece ser la única actitud que está de
moda. Se va constituyendo como una dictadura del relativismo que no reconoce nada
como definitivo y que sólo deja como última medida el propio yo y sus ganas.
—La amistad contigo, Jesús, es nuestra "medida":
la medida del verdadero humanismo. Tu amistad nos da el criterio para discernir
entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad…
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