Hoy, la liturgia nos conduce a Juan 15, introduciéndonos
otra de las grandes imágenes del cuarto Evangelio: el vino (y la vid). Los tres
grandes dones de la tierra —pan, vino y aceite— se han convertido, junto con el
agua, en los elementos sacramentales fundamentales de la Iglesia, en los cuales
los frutos de la creación se convierten en vehículos (sacramentos) de la acción
de Dios (la concesión de la gracia).
Cada uno tiene características propias y, por ello, una
función diferente de signo. El vino representa la fiesta; permite al hombre
sentir la magnificencia de la creación. Y la vid, como atributo cristológico, significa
la unión indisoluble de Jesús con los suyos, que, por medio de Él y con Él, se
convierten todos en "vid", y que su vocación es
"permanecer" en la vid.
—Las palabras sobre la vid muestran el carácter
irrevocable del don concedido por Dios: en la encarnación, Dios se ha
comprometido consigo mismo. Pero, a la vez, estas mismas palabras reclaman
nuestra respuesta.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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