Día litúrgico: 14 de Mayo: San Matías, apóstol
Texto del Evangelio (Jn 15,9-17): En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a
vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor.
»Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y
vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los
otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus
amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
»No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he
elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que
vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre
os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».
Comentario: Rev. D. Josep VALL i Mundó
(Barcelona, España).
«Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y
vuestro gozo sea colmado»
Hoy, la Iglesia recuerda el día en el que los Apóstoles
escogieron a aquel discípulo de Jesús que tenía que sustituir a Judas
Iscariote. Como nos dice acertadamente san Juan Crisóstomo en una de sus
homilías, a la hora de elegir personas que gozarán de una cierta
responsabilidad se pueden dar ciertas rivalidades o discusiones. Por esto, san
Pedro «se desentiende de la envidia que habría podido surgir», lo deja a la
suerte, a la inspiración divina y evita así tal posibilidad. Continúa diciendo
este Padre de la Iglesia: «Y es que las decisiones importantes muchas veces
suelen engendrar disgustos».
En el Evangelio del día, el Señor habla a los Apóstoles
acerca de la alegría que han de tener: «Que mi gozo esté en vosotros, y vuestro
gozo sea colmado» (Jn 15,11). En efecto, el cristiano, como Matías, vivirá
feliz y con una serena alegría si asume los diversos acontecimientos de la vida
desde la gracia de la filiación divina. De otro modo, acabaría dejándose llevar
por falsos disgustos, por necias envidias o por prejuicios de cualquier tipo.
La alegría y la paz son siempre frutos de la exuberancia de la entrega
apostólica y de la lucha para llegar a ser santos. Es el resultado lógico y
sobrenatural del amor a Dios y del espíritu de servicio al prójimo.
Romano Guardini escribía: «La fuente de la alegría se
encuentra en lo más profundo del interior de la persona (...). Ahí reside Dios.
Entonces, la alegría se dilata y nos hace luminosos. Y todo aquello que es
bello es percibido con todo su resplandor». Cuando no estemos contentos hemos
de saber rezar como santo Tomás Moro: «Dios mío, concédeme el sentido del humor
para que saboree felicidad en la vida y pueda transmitirla a los otros». No
olvidemos aquello que santa Teresa de Jesús también pedía: «Dios, líbrame de
los santos con cara triste, ya que un santo triste es un triste santo».
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