Viuda y Fundadora
Martirologio Romano: En Barcelona, en España, santa
Joaquina de Vedruna. Madre de familia, educó piadosamente a sus nueve hijos y,
una vez viuda, fundó el Instituto de las Carmelitas de la Caridad, soportando
con tranquilidad de ánimo toda clase de sufrimientos hasta su muerte, que
ocurrió por contagio del cólera (1854).
Fecha de
canonización: Fue
declarada santa por el Papa Juan XXIII
en 1959 (siendo ella la primera persona que canonizó este Pontífice).
Esta es una santa que estuvo casada hasta los 33 años.
Tuvo ocho hijos y bastantes nietos. A los 47 años fundó la Comunidad de las
hermanas Carmelitas de la Caridad, y al morir a los 61 años había fundado
conventos, escuelas y hospitales en diversos sitios de España.
Nació en Barcelona, España, en 1773. Su padre, Don Lorenzo
de Vedruna, era rico y alto empleado del gobierno. Su familia era muy católica.
La niña desde muy pequeña tuvo mucha devoción al Niño
Jesús y a las benditas almas.
Algo que la caracterizó desde sus primeros años fue un
gran amor a la limpieza. No toleraba ninguna mancha de mugre en sus vestidos. Y
esto la fue llevando a no tolerar tampoco manchas de pecado en su alma.
A los doce años sintió un gran deseo de ser religiosa
carmelita. Pero las monjitas no la aceptaron porque les parecía muy niña
todavía para decidirse por la vocación religiosa.
A los 26 años, en 1799, contrae matrimonio con un rico
hacendado, don Teodoro de Mas, muy amigo de su padre, y empleado oficial como
él. Teodoro estimaba mucho a las tres hijas de Don Lorenzo y para decidirse por
una de ellas les llevó un pequeño paquete de dulces de regalo. Las dos primeras
lo rechazaron como un regalo demasiado infantil, pero Joaquina lo aceptó con
alegría exclamando: "Me encantan las almendras". Este gesto de
humildad decidió al joven a elegirla como esposa.
Al principio de su matrimonio sentía a veces serios
escrúpulos por no haber seguido la vocación de religiosa que de niña tanto le
llamaba la atención, pero su esposo la consolaba diciéndole que en la vida de
hogar se puede llegar a tan alta santidad como en un convento y que con sus
buenas obras de piedad iría reemplazando las que iba a hacer en la vida
religiosa. Esto la tranquilizó. 16 años vivió con su esposo, y Dios le regaló
ocho hijos. Y como premio a sus sacrificios, cuatro hijas se hicieron
religiosas, y varias de sus nietas también.
Cuando Napoleón invadió España; el esposo de Joaquina se
fue al ejército a defender la patria y participó valerosamente en cinco
batallas contra los invasores. Joaquina y sus niños tuvieron que abandonar la
ciudad de Barcelona y huir hacia la pequeña ciudad de Vic.
Cuando Joaquina y sus hijos andaban por la llanura
huyendo, de pronto apareció una misteriosa señora y la condujo hasta Vich a
casa de una familia muy buena, que los recibió con gran cariño. Enseguida la
Señora desapareció y nadie pudo dar razón de ella. Joaquina creyó siempre que
fue la Santísima Virgen quien llegó a auxiliarla.
Un día mientras estaba rodeada de su familia, le pareció
oír una voz que le decía: "Pronto te vas a quedar viuda". Ella se
preparó a aceptar la voluntad de Dios, y a los dos meses, aunque su esposo
gozaba de buena salud, y apenas tenía 42 años, murió imprevistamente. Joaquina
quedaba viuda a los 33 años, y encargada de ocho hijitos.
Desde aquel día dejó todos sus vestidos de señora rica. Y
se dedicó por completo a ayudar a los pobres y a asistir a los enfermos en los
hospitales. Al principio la gente creía que se había vuelto loca por la
tristeza de la muerte de su esposo, pero pronto se dieron cuenta de que lo que
se estaba volviendo era una gran santa. Y admiraban su generosidad con los
necesitados. Ella vivía como la gente más pobre, pero todas sus energías eran
para ayudar a los que padecían miseria o enfermedad.
Durante diez años estuvo dedicada a penitencias, muchas
oraciones y continuas obras de caridad, pidiéndole a Dios que le iluminara lo
que más le convenía hacer para el futuro. Cuatro de sus hijas se fueron de religiosas
y los otros cuatro hijos se fueron casando, y al fin ella quedó libre de toda
responsabilidad hogareña. Ahora iba a poder realizar su gran deseo de cuando
era niña: ser religiosa.
Se encontró providencialmente con un sacerdote muy santo,
el Padre Esteban, capuchino, el cual le dijo que Dios la tenía destinada para
fundar una comunidad de religiosas dedicada a la vida activa de apostolado. El
sabio Padre Esteban redacta las constituciones de la nueva comunidad, y en
1826, ante el Sr. Obispo de Vich, que las apoya totalmente, empieza con ocho
jovencitas su nueva comunidad a la cual le pone el nombre de "Carmelitas
de la Caridad".
Pronto ya las religiosas son trece y más tarde cien. Su
comunidad, como el granito de mostaza, empieza siendo muy pequeña, y llega a
ser un gran árbol lleno de buenos frutos. Ella va fundando casas de religiosas
por toda la provincia.
Tuvo Santa Joaquina la dicha de encontrarse también con el
gran apóstol San Antonio María Claret cuyos consejos le fueron de gran provecho
para el progreso de su nueva congregación.
Vino luego la guerra civil llamada "Guerra
Carlista" y nuestra santa, perseguida por los izquierdistas, tuvo que huir
a Francia donde estuvo desterrada por tres años. Allí recibió la ayuda muy
oportuna de un joven misteriosos que ella creyó siempre haber sido San Miguel
Arcángel, y Dios le preparó en estas tierras a una familia española que la
trató con verdadera caridad.
Al volver a España, quizás como fruto de los sufrimientos
padecidos y de tantas oraciones, empezó a crecer admirablemente su comunidad y
las casas se fueron multiplicando como verdadera bendición de Dios.
En 1850 empezó a sentir los primeros síntomas de la
parálisis que la iba a inmovilizar por completo. Aconsejada por el Vicario
Episcopal renunció a todos sus cargos y se dedicó a vivir humildemente como una
religiosa sin puesto ninguno. Aunque conservaba plenamente sus cualidades
mentales, sin embargo dejó a otras personas que dirigieran la Congregación.
Dios le suscitó un nuevo y santo director para su comunidad, el Padre Bernardo
Sala, benedictino, quien se propuso dirigir a las religiosas según el espíritu
de la santa fundadora.
Durante cuatro años la parálisis se fue extendiendo y la
fue inmovilizando por completo hasta quitarle también el habla. Vino luego una
epidemia de cólera, la cual acabó con su vida y el 28 de agosto de 1854 pasó
santamente a la eternidad.
Antes había tenido el gusto de ver aprobada su Comunidad
religiosa por la Santa Iglesia en 1850. Y desde entonces ha venido ayudando de
manera prodigiosa a sus religiosas que se han extendido por muchos países.
La Comunidad de Carmelitas de la Caridad tiene ahora 290
casas en el mundo con 2.724 religiosas. 40.179 niñas son educadas en sus
colegios y 4.443 personas son atendidas en sus hospitales.
Fue declarada santa por el Papa Juan XXIII en 1959 (siendo
ella la primera persona que canonizó este Pontífice).
Santa Joaquina: sin hacer milagros en vida, y siendo una
sencilla madre de familia, una esposa afectuosa, y una mujer que tuvo que
sufrir mucho en la tierra, y que dedicó su gran energía en ayudar a los
necesitados, sea para nosotros un modelo para imitar, y una poderosa protectora
que ruegue por nuestra santificación y la salvación. Que Dios nos mande muchas
santas como ésta, muchas Joaquinas más.
La orden carmelita la recuerda el 22 de mayo.
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