Patrona de Francia y Doncella de Orleáns.
Una jovencita de 13 años, de Domremy (Francia), llamada
Juana de Arco, mientras rezaba en la iglesia de su pueblo, oyó voces
misteriosas que la invitaban a liberar a Francia que estaba dominada en gran
parte por los ingleses. Cuatro años después el gobernador de la provincia, a
quien Juana de Arco le había contado lo que le había sucedido, la llevó donde
el Delfín a Chinon. Al hablar con el futuro rey Carlos, ella demostró que
conocía cosas secretísimas que solamente el cielo había podido revelarle. El Delfín,
al principio, desconfió pero después se convenció de que la joven era enviada
de Dios; entonces le confió el mando de las tropas que sitiaban a Orleáns, y en
poco tiempo reconquistaron casi todo el territorio francés.
El Delfín fue coronado rey de Francia en Reims, pero,
celoso de la popularidad de Juana, pactó una tregua con los ingleses. La joven,
convencida de que esta tregua anulaba los esfuerzos y las victorias de su
ejército, indignada, recomenzó la lucha con los pocos soldados que estaban de su
parte.
En una emboscada cayó prisionera en manos del conde de
Luxemburgo, que la entregó a los ingleses por un rescate digno de un rey. Ahora
había que demostrar que Juana era una bruja, para poder declarar a Carlos VII
como usurpador, pues había llegado a ser rey gracias a “diabólicas
maquinaciones de una hereje”. Sólo los jueces eclesiásticos tenían la autoridad
de llevar a cabo este proceso.
El obispo Cauchon se prestó para esta intriga política. La
ilegalidad del proceso era tal que Juana de Arco rechazó la legitimidad y apeló
al Papa.
La heroica joven, encerrada en una cárcel militar contra
toda ley eclesiástica, no pudo hacer llegar su voz a Roma y sus enemigos
triunfaron y la condenaron a la hoguera. El atroz suplicio tuvo lugar en Rouen
el 30 de mayo de 1431. Juana tenía 19 años.
Los actos del proceso fueron sometidos a revisión entre el
1450 y el 1456, y con la absolución de la imputada comenzó un irresistible
desarrollo de veneración de la valiente Juana de Arco, por su fe pura y su
genuino amor por la justicia y la verdad, llevados hasta el extremo sacrificio.
En 1920 el Papa Benedicto XV la elevó al honor de los altares.
De todas las histories de los santos, la de Santa Juana de
Arco es sin duda la más extraordinaria e increíble: una joven, campesina y sin
estudios, a la cabeza de un ejército derrota a un aguerrido ejército, derriba
fortalezas, corona a un rey y termina en la hoguera. Y todo en cuestión de dos
años.
Un acontecimiento unido a la historia de toda una Nación,
coloreada con fuertes tintes patrióticos y místicos.
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