Día litúrgico: Jueves VI de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 16,16-20): En aquel tiempo,
Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de
otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron
entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro
de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese
‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían
preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho:
‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En
verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se
alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».
Comentario: Rev. D. Joan Pere PULIDO i
Gutiérrez (El Papiol, Barcelona, España).
«Vuestra tristeza se convertirá en gozo»
Hoy contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda
del evangelista Juan. En estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud
especial por hacer nuestra esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los
primeros discípulos, que se expresa profundamente en las palabras de Jesús —«Dentro
de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16)—
concentra la tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en
nuestra vida cotidiana.
Los cristianos de hoy sentimos la misma urgencia que los
cristianos del primer siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar su
presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad.
Por esto, nos provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros, que no
podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero esta
tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su presencia
segura entre nosotros.
Esta presencia, así nos lo recordaba Juan Pablo II en su última Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia,
se concreta —específicamente— en la Eucaristía: «La Iglesia vive de la
Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe,
sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta
experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la
promesa del Señor: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo’ (Mt 28,20). (...) La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo
tiempo, “misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles
pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús:
«Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron» (Lc 24,31)».
Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante
que se sacie en la fuente eucarística, escuchando y entendiendo la Palabra de
Dios; comiendo y saciando nuestra hambre en el Cuerpo de Cristo. Que el
Espíritu Santo llene de luz nuestra búsqueda de Dios.
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