Hoy el misterio de la Navidad se irradia sobre la tierra,
difundiéndose en círculos concéntricos: la Sagrada Familia de Nazaret, los
pastores de Belén y, finalmente, los Magos, que constituyen las primicias de
los pueblos paganos. Quedan en la sombra los palacios del poder de Jerusalén,
donde la noticia del nacimiento del Mesías no suscita alegría, sino temor y
reacciones hostiles.
Lo maravilloso de los Magos es que se postraron en
adoración ante un simple niño en brazos de su madre; no en el marco de un
palacio real, sino en la pobreza de una cabaña. ¿Cómo fue posible? Ciertamente
los persuadió la señal de la estrella. Pero ésta no habría bastado si los Magos
no hubieran sido personas íntimamente abiertas a la verdad.
—A diferencia de Herodes, obsesionado por el poder y la
riqueza, los Magos se pusieron en camino hacia la meta de su búsqueda, y cuando
la encontraron, aunque eran hombres cultos, se comportaron como los pastores de
Belén: reconocieron la señal y adoraron al Niño.
Fuente: master·evangeli.net
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