Hoy, Jesús no evita el contacto con este hombre; más aún,
impulsado por una íntima participación en su condición, extiende su mano y lo
toca, y le dice: "Quiero, queda limpio".
En ese gesto y en esas palabras de Cristo está toda la
historia de la salvación, está encarnada la voluntad de Dios de curarnos, de
purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras relaciones. En aquel
contacto entre la mano de Jesús y el leproso queda derribada toda barrera entre
Dios y la impureza humana, entre lo sagrado y su opuesto, no para negar el mal
y su fuerza negativa, sino para demostrar que el amor de Dios es más fuerte que
cualquier mal, incluso más que el más contagioso y horrible. Jesús tomó sobre
sí nuestras enfermedades, se convirtió en "leproso" para que nosotros
fuéramos purificados.
—A través de su Madre es siempre Jesús quien sale a
nuestro encuentro para liberarnos de toda enfermedad del cuerpo y del alma.
¡Dejémonos tocar y purificar por Él!
Fuente: master·evangeli.net
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