Día litúrgico: 11 de Enero (Feria del tiempo de Navidad)
Texto del Evangelio (Lc 5,12-16): Y sucedió que,
estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a
Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes
limpiarme». Él extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al
instante le desapareció la lepra. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y
añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como
prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Su fama se extendía cada
vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus
enfermedades. Pero Él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.
Comentario: Rev. D. Santi COLLELL i Aguirre
(La Garriga, Barcelona, España).
Su fama se extendía cada vez más
Hoy tenemos una gran responsabilidad en hacer que «su
fama» (Lc 5,15) continúe extendiéndose, sobre todo, a todos aquellos y aquellas
que no le conocen o que, por diversas razones y circunstancias, se le han
alejado.
Pero este contagio no será posible si antes nosotros, cada
uno y cada una, no hemos sido capaces de reconocer nuestras propias “lepras”
particulares y de acercarnos a Cristo habiendo tomado conciencia de que sólo Él
nos puede liberar de manera eficaz de todos nuestros egoísmos, envidias,
orgullos y rencores...
Que la fama de Cristo se extienda a todos los rincones de
nuestra sociedad depende, en gran medida, de los “encuentros particulares” que
hayamos tenido con Él. Cuanto más y más intensamente nos impregnemos de su
Evangelio, de su amor, de su capacidad de escuchar, de acoger, de perdonar, de
aceptar al otro (por diferente que sea), más capaces seremos de darlo a conocer
a nuestro entorno.
El leproso del Evangelio que hoy se lee en la Eucaristía
es alguien que ha hecho un doble ejercicio de humildad. El de reconocer cuál es
su mal y el de aceptar a Jesús como a su Salvador. Cristo es quien nos da la
oportunidad de hacer un cambio radical y profundo en nuestra vida. Ante todo
aquello que nos es impedimento para el amor y que se ha enquistado en nuestros
corazones y en nuestras vidas, Cristo, con su testimonio de vida y de Vida
Nueva, nos propone una alternativa totalmente real y posible. La alternativa
del amor, de la ternura, de la misericordia. Jesús, ante quien es diferente a
Él (el leproso) no huye, no se lo saca de encima, no lo “factura” a la
administración, ni a las instituciones o a las “ong's”. Cristo acepta el reto
del encuentro, y al “enfermo” le ofrece aquello que necesita, la
curación/purificación.
Nosotros tenemos que ser capaces de ofrecer a los que se
acercan a nuestras vidas aquello que hemos recibido del Señor. Pero antes será
necesario habernos encontrado con Él y renovar nuestro compromiso de vivir su
Evangelio en las pequeñas cosas de cada día.
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