Día litúrgico: 3 de Enero (Feria del tiempo de Navidad)
Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente
Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que
se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía,
pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan
dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del
cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a
bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se
queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y
doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».
Comentario: Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret
(Vic, Barcelona, España).
Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido
de Dios
Hoy, este fragmento del Evangelio de san Juan nos adentra
de lleno en la dimensión testimonial que le es propia. Es testigo la persona
que comparece para declarar la identidad de alguien. Pues bien, Juan se nos
presenta como el profeta por excelencia, que afirma la centralidad de Jesús.
Veámoslo desde cuatro puntos de vista.
La afirma, en primer lugar, como un vidente que exhorta:
«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Lo hace,
en segundo lugar, como un convencido que reitera: «Éste es por quien yo dije:
‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía
antes que yo’» (Jn 1,30). Lo confirma como consciente de la misión que ha
recibido: «He venido a bautizar en agua para que Él sea manifestado a Israel»
(Jn 1,31). Y, finalmente, volviendo a su cualidad de vidente, afirma: «El que me
envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el
Espíritu y se queda sobre Él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo
le he visto» (Jn 1,33-34).
Ante este testimonio que conserva dentro de la Iglesia la
misma energía de hace dos mil años, preguntémonos, hermanos: —En medio de una
cultura laicista que niega el pecado, ¿contemplo a Jesús como aquel que me
salva del mal moral? —En medio de una corriente de opinión que sólo ve en Jesús
un hombre religioso extraordinario, ¿creo en Él como aquel que existe desde
siempre, antes que Juan, antes de que el mundo fuera creado? —En medio de un
mundo desorientado por mil ideologías y opiniones, ¿admito a Jesús como aquel
que da sentido definitivo a mi vida? —En medio de una civilización que margina
la fe, ¿adoro a Jesús como aquel en quien reposa plenamente el Espíritu de
Dios?
Y una última pregunta: —Mi “sí” a Jesús, ¿es tan absoluto
que también yo, como Juan, proclamo a los que conozco y me rodean: «¡Os doy
testimonio de que Jesús es el hijo de Dios!»?
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