Presbítero.
Martirologio Romano: San Vicente Ferrer, presbítero
de la Orden de Predicadores, de origen español, que recorrió incansablemente
ciudades y caminos de Occidente en favor de la paz y la unidad de la Iglesia,
predicando a pueblos innumerables el Evangelio de la penitencia y la venida del
Señor, hasta que en Vannes, lugar de Bretaña Menor, entregó su espíritu a Dios.
(† 1419)
Fecha de
canonización: 3
de junio de 1455 por el Papa Calixto III.
“Bebe el agua del maestro Vicente” se dice todavía en
España para recomendar el silencio. La expresión se refiere a un sabio consejo
que el dominico san Vicente Ferrer dio a una mujer que le preguntaba qué podía
hacer para congeniar con el malhumorado marido. “Tome este frasco de agua
-contestó el santo- y cuando tu esposo regrese del trabajo, tómate un sorbo y
mántenlo en la boca el mayor tiempo posible”. Era el mejor modo de hacer que la
mujer tuviera la boca cerrada y no contestara al marido.
La anécdota hace ver la humana simpatía de este hombre,
acérrimo fustigador de las costumbres, que le mereció de sus contemporáneos el
título de “ángel del Apocalipsis”, porque en sus sermones acostumbraba amenazar
con flagelos y tribulaciones.
Vicente nació en Valencia (España) en 1350. A los 17 años
había ya terminado con tanto éxito sus estudios de filosofía y teología que sus
profesores lo incluyeron inmediatamente en el cuerpo docente.
Entró al convento de los dominicos de Valencia y fue
ordenado sacerdote en 1375, una fecha que en la historia de la Iglesia se
recuerda como el comienzo del gran cisma de Occidente (1378-1417). La gran
confusión dividió a los cristianos en dos obediencias: a Roma y a Aviñón. Era
inevitable que aun espíritus rectos, como Vicente Ferrer, estuvieran de parte
del Papa ilegítimo. La buena fe de Vicente Ferrer se prueba con el hecho de que
él hizo todo lo posible para solucionar el gran conflicto y restituir así la
unidad a la Iglesia. Recorrió toda Europa, entusiasmando con su gran oratoria a
las muchedumbres de fieles, atraídos también por un fenómeno especial: al
predicador dominico -que sólo conocía el castellano, el latín y un poco de
hebreo- le entendían todos los fieles de las diversas naciones a donde él iba,
cada uno en su lengua, repitiéndose así el milagro de Pentecostés.
Auténtico predicador del mensaje cristiano, San Vicente
recuperaba todo el vigor juvenil aun en avanzada edad tan pronto subía al
púlpito o en los palcos improvisados en las plazas, porque las iglesias no eran
suficientes para las grandes muchedumbres; y esto a pesar de no conmover al
auditorio con palabras de esperanza, sino que fustigaba las costumbres con tono
amenazador. Lograda la unidad del pontificado con el concilio de Constanza y
con la elección de Martín V, Vicente recorrió el norte de Francia tratando de
poner fin a la guerra de los Cien años. Murió el 5 de abril de 1419, durante la
misión en Vannes, y fue canonizado por su compatriota Calixto III en 1455.
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