Hoy nos sorprendemos viendo a Jesús dando de comer a tanta
gente. Es el más pequeño —un muchacho— quien aporta lo que tiene y lo pone al
servicio de los Apóstoles, de Cristo, de la Iglesia. Jesús lo bendice y llega
el milagro, el signo del Reino: ¡hubo para todos y aún sobró!
Jesucristo —la Imagen, la Palabra del Padre— nos reúne
alrededor suyo. Él mismo se hará alimento nuestro en la Eucaristía. Pero antes
lo anticipa con este signo de la multiplicación de los panes. Primero prepara
nuestra fe… y luego se nos da en el "misterio de la alimentación":
Cristo, entrando en mi cuerpo, se convierte en mi cuerpo para que yo sea su
Cuerpo, sus manos, sus ojos, su sonrisa, su mirada, su palabra...
—Señor Jesús, sé tú mi vida. Tú, que tienes presente las
necesidades de todo el mundo, me tienes a mí para que, con tu Gracia, yo pueda
colaborar en la obra de tu Reino. Amén.
Comentario: Rev. D. Jordi
CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España).
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