Virgen y Doctora de la Iglesia
Patrona de Italia y de Europa
Martirologio Romano: Memoria de santa Catalina de Siena,
virgen y doctora de la Iglesia, que habiendo entrado en las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, deseosa de conocer a Dios en sí misma y a sí misma
en Dios, se esforzó en asemejarse a Cristo crucificado y trabajó también
enérgica e incansablemente por la paz, para que el Romano Pontífice regresara a
la Urbe y por la unidad de la Iglesia, dejando espléndidos documentos llenos de
doctrina espiritual (1380).
Etimológicamente: Aquella que es pura y casta, es de
origen griego.
Lo que más maravilla en la vida de Santa Catalina de Siena
no es tanto el papel insólito que desempeñó en la historia de su tiempo, sino el
modo exquisitamente femenino con que lo desempeñó. Al Papa, a quien ella
llamaba con el nombre de “dulce Cristo en la tierra”, le reprochaba la poca
valentía y lo invitaba a dejar Aviñón y regresar a Roma, con palabras
humanísimas como éstas: “¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay
que temblar”. A un joven condenado a muerte y a quien ella había acompañado
hasta el patíbulo, le dijo en el último instante: “¡A las bodas, dulce hermano
mío! que pronto estarás en la vida duradera”.
Pero la voz sumisa de la mujer cambiaba de tono y se
traducía frecuentemente en ese “yo quiero” que no admitía tergiversaciones
cuando entraba en juego el bien de la Iglesia y la concordia de los ciudadanos.
Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347 y
era la vigésimo cuarta hija de Santiago y Lapa Benincasa. A los siete años
celebró su místico matrimonio con Cristo. Esto no se debió a fantasías
infantiles, sino que era el comienzo de una extraordinaria experiencia mística,
como se pudo comprobar después. A los quince años entró a la Tercera Orden de
Santo Domingo, comenzando una vida de penitencia muy rigurosa. Para vencer la
repugnancia hacia un leproso maloliente, se inclinó y le besó las llagas.
Como no sabía leer ni escribir, comenzó a decir a varios
amanuenses (escribientes) sus cartas, afligidas y sabias, dirigidas a Papas, reyes, jefes y a
humilde gente del pueblo. Su valiente compromiso social y político suscitó no
pocas perplejidades entre sus mismos superiores y tuvo que presentarse ante el
capítulo general de los dominicos, que se celebró en Florencia en mayo de 1377,
para explicar su conducta.
En Siena, en el recogimiento de su celda, dictó el
“Diálogo sobre la Divina Providencia” para tributar a Dios su último canto de
amor. En los comienzos del gran cisma aceptó el llamamiento de Urbano VI para
que fuera a Roma. Aquí se enfermó y murió rodeada de sus muchos discípulos a
quienes recomendó que se amaran unos a otros. Era el 29 de abril de 1380: hacía
un mes que había cumplido 33 años.
Fue canonizada el 29 de abril de 1461. En 1939 fue
declarada patrona de Italia junto con San Francisco de Asís, y el 4 de octubre
de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia, y el 1 de Octubre de 1999
S.S. Juan Pablo II la declaró Patrona de Europa.
Además Santa Catalina tiene los siguientes patronatos:
° contra los incendios;
° contra los males corporales;
° contra la enfermedad;
° contra los abortos involuntarios;
° contra las tentaciones;
° Allentown, Pennsylvania;
° para la prevención de incendios;
° de los bomberos;
° de las enfermeras;
° de las personas ridiculizadas por su piedad;
° de los enfermos.
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