El santo de la verdadera devoción Mariana.
La Divina Providencia preparó a este gran santo y lo dio
al mundo al final del S. XVII hasta apenas comenzado el XVIII.
Nacido en 1673 en Francia, recibe su educación en uno de
los Colegios de la Compañía de Jesús y en 1700 se ordena sacerdote.
Morirá en 1716, habiendo realizado en tan corta carrera
cantidad de misiones populares, echado los cimientos de dos congregaciones
religiosas (que no llegó a ver en vida), restaurado templos de la Virgen
ruinosos o abandonados y, sobre todo, arrancando las almas de las garras del
jansenismo para devolverlas al amor ardiente de Dios, mediante la contemplación
tierna de Jesús Crucificado y la verdadera devoción a María Santísima.
El jansenismo apartaba a las almas de la intimidad con
Dios, de la relación sencilla y confiada característica del espíritu de
filiación que es fruto del Espíritu Santo y la presencia de María en la vida
del cristiano, acentuando en forma desmedida la Majestad y Santidad Infinita de
Dios y nuestra indignidad.
De ahí la obsesión por interminables preparaciones,
exámenes de conciencia más que escrupulosos, vueltas y revueltas sobre sí
mismo, como si uno tuviera que lograr cierto grado de perfección previa para
recibir los Sacramentos... ¡que son los que, en realidad, nos curan y nos
perfeccionan..!
La gracia sería (dentro de este esquema), más bien un
premio al propio esfuerzo, tal como Jesús nos lo ilustra en la parábola del
fariseo y el publicano, que muchos no comprenden todavía...
Y aún nosotros mismos, cada vez que tememos acercarnos al
sacramento de la Confesión ‘’porque tengo demasiadas culpas...’’. ¿Y para qué
está el Sacramento? Precisamente porque tenemos demasiadas culpas, necesitamos
confesarnos con frecuencia y comulgar, porque sólo Jesucristo nos lava de
nuestras culpas y nos fortalece para que las recaídas se vayan extinguiendo,
poco a poco.
Luis María Grignion de Montfort reacciona con santa
violencia ante el estrago que semejante postura causaba dentro de la Iglesia en
ese momento, y ante la difusión de una falsa sabiduría en el ambiente
intelectual cristiano, que desdibuja la radicalidad del Evangelio y huye del
Camino de la Cruz.
Tanto en sus misiones populares como en sus escritos,
planta firmemente a Cristo Crucificado (cumbre
de la verdadera sabiduría, la sabiduría Divina), y la devoción a María como
medio insustituible y necesario para que Cristo se forme realmente en cada alma
bautizada.
El desarrollo de estas ideas lo realiza en su primera
obra: ‘’El Amor de la Sabiduría Eterna’’ (1703-1704). El capítulo XVII de este
libro es ya un anticipo de lo que explicará largamente acerca del papel de
María Santísima en nuestra santificación, en el célebre ‘’Tratado de la
Verdadera Devoción a la Santísima Virgen’’ (1712, aprox.). Valiosísimos
consejos de orden práctico para vivir la dependencia total de María nos son
dados en su otra obra: ‘’El Secreto de María’’, como resumen y complemento del
‘’Tratado...’’.
El Hijo de Dios, 2da. Persona de la Santísima Trinidad (o
también ‘’Verbo’’, o ‘’Sabiduría Eterna’’), ha querido salvarnos y glorificar
al Padre haciéndose hombre y muriendo en la Cruz. Y todo esto lo realizó Por
María, Con María, En María y Para María, porque a Ella se entregó primero y
para Ella en primer lugar derramó su Sangre Preciosa. No ha querido venir a
nosotros directamente, sino a través de María.
Y así lo sigue haciendo, porque ha hecho de su Madre
verdadera Madre nuestra, ‘’Mater Gratiae’’, Madre de la Gracia en nuestras
almas. El Espíritu Santo realiza cada día el milagro de formar a Cristo en el
bautizado en unión con María, tal como lo hizo desde el principio.
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