La escucha de la Palabra de Dios que nos es ofrecida y
mediada a través del Libro debe llevarnos a abrir el corazón a Aquél que, a
través de la Palabra nos quiere hablar. Es posible que sea una escucha
verdadera y fecunda si es un corazón que escucha, no sólo con la oreja; si es
una búsqueda apasionada y no sólo curiosidad literaria, histórica.
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