Religiosa Mercedaria.
Martirologio Romano: En Madrid, en España, beata
María Ana de Jesús Navarro de Guevara, virgen, la cual, después de superar la
oposición de su padre, recibió el hábito de la Orden de Nuestra Señora de la
Merced, dedicándose a la vida de oración, penitencia y ayuda a pobres y
afligidos. († 1624)
Etimológicamente: Mariana = Aquella consagrada a
la Virgen María, es de origen latino.
Fecha de
beatificación: 25
de mayo de 1784 por el Papa Pío VI.
La extática y maravillosa virgen Maria Ana de Jesús, nació
en Madrid el 21 de enero de 1565, de muy noble e ilustre linaje. Su padre Luis
Navarro Ladrón de Guevara servia en la corte del rey don Felipe III.
Cuando llevaban en brazos a la iglesia aquella santa niña,
notaban que al tiempo de alzar la Hostia y el Cáliz se que daba arrobada; y
cuando apenas sabía andar por sus pies, buscaba algún lugar recogido de su
casa; y allí la veían puesta en oración delante de una imagen de nuestro Señor
crucificado, bañados los ojos en lágrimas o cercado su rostro de resplandores.
Gozaba de la presencia visible de su Ángel custodio; y
platicaba de la beatísima Trinidad, de la Encarnación del Verbo, y de la
adorable Eucaristía, que son los más inefables Misterios de nuestra divina
Religión, como de cosas que más parecía entenderlas que creerlas.
Recibió la primera comunión en edad muy temprana, y cada
vez que tomaba el Pan de los ángeles, parecía transformarse en un ángel que
gozaba de Dios. Mas, ¿quién no se espantará ahora de las durísimas pruebas por
que hubo de pasar esta alma angelical?
Muy presto tuvo en lugar de madre una madrastra de
condición asperísima, que la afligía sobremanera, y no le iba el padre a la
mano tanto como debiera, especialmente cuando la santa doncella hizo voto de
perpetua virginidad, contra la voluntad del padre que quería casarla.
Era ella, de gentil disposición y muy hermosa. Se cortó un
día con las tijeras la rubia cabellera, pensando que así se entibiaría el amor
del que la pretendiera por esposa. Entonces fue cuando su padre y su madrastra
salieron de sí y cargaron sobre ella una tempestad de injurias y golpes, con
tanto enojo y crueldad, como si fueran verdugos de su hija mártir. Cuando
cesaron los malos tratos, Dios permitió que su sierva se viese todo los
instantes del día fieramente atormentada por torpísimas imaginaciones y
tentaciones las cuales le duraron once años, y a todo esto se añadían
penosísimas enfermedades y agudísimos dolores, que acrisolaron como el oro su
invencible paciencia.
Dejó al fin la casa de sus padres, y con la aprobación del
venerable Fray Juan Bautista, que era su confesor, y fue el fundador de los
Mercedarios descalzos, se labró una celdilla junto a la ermita de santa
Bárbara, y recibió después el hábito de nuestra Señora de la Merced de manos
del Maestro general de la orden: y en aquella pobrísima casa la visitaban hasta
los príncipes, porque era muy grande la fama de sus arrobamientos, milagros y
profecías.
Finalmente, después de una vida llena de trabajos y
celestiales consuelos, en un éxtasis suavísimo entregó su alma al Señor a los
cincuenta y nueve años de su edad. Era el 17 de abril de 1624.
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