Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)
Primera
lectura
Lectura
del libro del Éxodo 22, 20-26
Así dice el Señor:
«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»
«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»
Salmo
Sal
17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab
R.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor;
tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
Dios mío, peña mía,
refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. R.
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. R.
Viva el Señor, bendita sea
mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R.
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R.
Segunda
lectura
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10
Hermanos:
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.
Evangelio
del día
Lectura
del santo evangelio según san Mateo 22, 34-40
En aquel tiempo, los
fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y
uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
- «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
- “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
- «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
- “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Pautas
para la homilía
La presencia de la
divinidad, su descubrimiento, es fascinante. Se trata de un encuentro personal
que no deja indiferente. Acercarnos al misterio es una aventura que siempre
implica un cambio y exige a menudo adoptar una perspectiva que orientará la
vida de otro modo. Uno de esos cambios consiste en ponerse el lugar de la otra
persona. Supone asumir la llamada regla de oroen la que se pide no hacer a
nadie lo que no estás dispuesta a padecer en ti misma. Estas trasformaciones
conllevan siempre una perspectiva ética y, por lo tanto, tienen una dimensión
social.
En el texto del libro del
Éxodo se muestra claramente esta perspectiva. La lectura se refiere a actitudes
y a prácticas que los seres humanos establecemos para con los otros, que marcan
las diferencias, que señalan los lugares sociales que ocuparemos, los
privilegios que tendremos y, especialmente, los efectos que todo ello tendrá en
las vidas vividas. En boca del Señor se hace una enumeración de estas vidas
precarizadas. Así, ser forastero, viuda, huérfana significa ocupar un lugar
distinto del que se tenía anteriormente y asumir una desprotección casi total
frente al resto. Sin embargo, la presencia de Dios pone la atención en que
estas relaciones deben ser de otro modo. Necesitan ser transformadas y
orientadas éticamente.
Estos cambios cuestan,
como bien sabemos, muchos esfuerzos. Requieren orientar nuestras miradas, ver
en “los otros” diferencias, pero también similitudes que nos hagan cada vez más
próximos y reconocer que, frente a los demás, siempre tenemos
responsabilidades. En eso consiste reconocer nuestra vulnerabilidad.
El Salmo canta “tú eres mi
roca”, “peña mía”. Parece invocar ese mismo principio transformador de nuestras
vidas. Entonces “mi fuerza”, lo que soy y orienta mi vida está en aquellas
actitudes, prácticas y toma de posiciones que voy asumiendo cotidianamente.
Pero la “roca” sobre la que gira nuestra vida creyente, no reside solo en mí,
es más bien lo que sucede junto con los otros, con los de mi alrededor, de los
que vamos haciéndonos próximos. Ellos y ellas son los “lugares” en los que nos
reconocemos y que nos aproximan a Dios. Y quizá esta opción vital por vivir las
relaciones responsables con los demás sea también la dureza y la permanencia de
nuestra roca.
Al mismo tiempo, acoger la
palabra de Dios, es la decisión que las personas de Tesalónica tomaron. Parece
que siguieron el ejemplo de Pablo y otros discípulos y por ello, el apóstol
dice de esa comunidad que se han comportado: “acogiendo la palabra entre tanta
lucha con la alegría del Espíritu Santo”. Y quien actúa conforme al evangelio
no necesita mucho más que decir porque su vida ya se pone de parte de quien lo
necesita y habla por sí sola.
A pesar de todo no resulta
nada fácil cambiar convicciones, verdades adquiridas o certezas asumidas desde
antiguo. A menudo recurrimos a las leyes civiles y religiosas para que nos
orienten en la toma de decisiones. Vivimos en estados de derecho en los que, de
un modo u otro, depositamos nuestras confianzas, pero existen también otras
formas de orientarnos para vivir en común. Se trata del amor. El evangelio de
Mateo nos plantea esta propuesta de vida que se convierte en radical. No es una
ley que podemos o no asumir, sino que es nuestra forma de ser. En el amor nos
jugamos, medimos y calibramos quiénes vamos siendo, y siempre lo hacemos en
común. Esa es nuestra verdad radical. Quizá, por eso, Jesús señala una única
orientación para el amor. Amarnos a nosotros mismos, aprender a amar la vida
común que nos damos los unos a los otros es igual a amar al Dios de la vida.
Dña. Montserrat Escribano
CPJA-El Levantazo-Valencia
CPJA-El Levantazo-Valencia
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/29-10-2017/pautas/
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