Lectura
del santo evangelio según san Lucas (11,47-54)
En
aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los
profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que
hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros
les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré
profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán"; y así, a esta
generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la
creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció
entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta
generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la
llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los
que intentaban entrar!»
Al
salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la
lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.
Reflexión del Evangelio de hoy
En
nuestra sociedad actual lo eficaz es lo productivo. Pero, ¿qué tiene que
producir? Inmersos en la cultura mercantilista y monetaria, los máximos
beneficios con la mínima inversión. Pero, ¿todo? Gracias a Dios, ¡no! El ser
humano no debe entrar en esos parámetros de productividad; la persona no es un
objeto en la cadena de producción. Nosotros somos los que ponemos nombre a las
cosas (Gn 2, 19-20), no a la inversa. Con nuestra vida espiritual, de fe, pasa
igual.
El
hombre es justificado por la fe
Orgullosos
de las obras -entendemos que buenas- que realizaba la comunidad de los Romanos,
San Pablo se ve en la necesidad de explicar que las obras sin fe lo único que
procuran es el orgullo personal/comunitario, pero no la
justificación-salvación. El Papa Francisco, en repetidas ocasiones, nos ha
dicho que la Iglesia no es ninguna ONG, sino que las obras que hacemos los
cristianos están movidas y dirigidas a la transcendencia, no sólo a la
satisfacción terrenal.
Además,
sabiendo que es la fe la que nos mueve hacia la justificación (este movimiento
sí requiere de obras, pues una fe sin obras es una fe muerta (St 2, 17)), ésta
está abierta y ofrecida a todos los que crean. Es decir, San Pablo les presenta
un dilema encubierto a los provenientes del politeísmo: ¿Vosotros creíais en
muchos dioses? Sí. Ahora, ¿creéis que sólo hay un Dios? Sí. Si sólo hay un
Dios, ¿es Dios de todos? Sí. Entonces, ¿quiénes sois para negar la fe en el
único Dios a las gentes que, creyendo en Él, no hacen vuestras mismas obras?
Nadie.
No
se justifica/salva uno más cuanto más obras hace; esto no funciona como la
productividad mercantil. Nos justificamos/salvamos por la fe; la que da sentido
a las obras y a la ley.
Os
habéis quedado con la llave del saber
En
el mismo sentido, Jesús, en el evangelio de Lucas, sigue el argumento de la
justificación. Les echa la bronca a los fariseos por centrarse en las
obras -mausoleos y sepulcros para consolar su conciencia- y olvidarse del
anuncio de la verdadera justificación. Ellos conocían los verdaderos beneficios
de la fe, de la voluntad de Dios expresada en su Ley, pero no la participaban
porque es más fácil controlar a un pueblo desde la ignorancia que desde el
conocimiento.
¡Así
es! Jesús regaña severamente a quien enseña pero, indirectamente, también
advierte a quien debe aprender. Es decir, si el regalo de la fe lo recibimos
cada uno directamente de Dios y nosotros somos sus custodios, nosotros también
tenemos la responsabilidad de mantenerla viva no sólo con los alimentos
espirituales, sino también con los del conocimiento, que revertirán en aquéllos
y, consecuentemente, en nuestra justificación/salvación y el anuncio del
Evangelio.
Con
nuestras obras sin fe o nuestra fe sin obras; con nuestras ideas de que Dios es
para los que cumplimos y no para los que no cumplen; con nuestro monoteísmo
teórico y politeísmo práctico; con los bálsamos de conciencia que nos aplicamos
con buenas intenciones;…, con todo, debemos saber que del Señor viene la
misericordia/justicia y que nuestra alma espera en Él, en su palabra (Sal 129).
El
motivo de orgullo, ¿es mi fe o son mis obras?
¿Me
procuro una buena formación de mi fe para un mejor anuncio del Evangelio?
D. Juan Jesús Pérez Marcos
O.P.
Fraternidad Laical Dulce Nombre de Jesús de Jaén
Fraternidad Laical Dulce Nombre de Jesús de Jaén
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