Lectura del santo
evangelio según san Lucas 6,12-19
En aquel tiempo, subió
Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de
día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles:
Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes,
Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con
ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo,
procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían
a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus
inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él
una fuerza que los curaba a todos.
Reflexión
del Evangelio de hoy
Una construcción sólida
Hay pilares en nuestra
vida que van cambiando con los años, cuando somos pequeños, nuestros padres son
los héroes y las heroínas de nuestras películas, ellos pueden con todo,
consiguen todo, alcanzan donde nosotros no nos imaginamos llegar. A medida que
vamos creciendo, esos pilares van ampliándose con otros, con aquellas personas
que empiezan a ser fundamentales en nuestra vida, que empiezan a ayudarnos a
construir más pisos en nuestra vivienda personal.
Hay personas o
experiencias que han sido transmitidas, que no hemos conocido o vivido de forma
directa, pero que han dado sentido a nuestra existencia y desde ahí vamos
también ampliando nuestra casa particular, nuestro hogar personal, nuestra
vida.
Como siempre habrá
momentos en los que esos pilares puedan tambalearse, puedan perder firmeza,
pero si están bien arraigados en lo que de verdad vale la pena, aunque se nos
mueva la base no caerá la casa, no nos derrumbaremos del todo, porque podremos
apoyarnos en lo que está bien construido.
Hoy nos recuerdan que
nuestra Iglesia está sostenida por los pilares de los apóstoles, aquellos que
recibieron de primera mano la enseñanza, que experimentaron la gloria de vivir
en primera persona la vida de Jesús, de escucharle y cumplir su Palabra en vivo
y en directo, nosotros somos herederos de esa Tradición, de esas enseñanzas y
de esas experiencias que después de tanto tiempo siguen en pie, después de
tantos movimientos, vientos, tempestades y ataques siguen firmes en la fe.
¿Has escuchado tu nombre?
En el momento de nacer,
cuando nos cogen en brazos y nos llaman por nuestro nombre, en ese momento
somos ya alguien especial, nos convertimos en un ser concreto, no somos uno
más, ya tenemos un nombre, unos apellidos, una identidad. Puede que después de
algún tiempo, por diversas razones, esa identidad cambie, cambie nuestro
nombre, cambie nuestra ubicación, incluso puede cambiar el rostro de quien nos
cuida, pero no cambia nuestro ser, somos nosotros, aquellos que han ido adquiriendo
una identidad concreta y que se va forjando con lo de cada día.
Cuando nos sentimos
identificados con algo, con nuestro nombre, con nuestra ascendencia, con
nuestro lugar de origen, con una afición, con un grupo, con una comunidad… con
algo concreto, eso nos mueve a ser, a actuar y a vivir de maneras concretas, no
somos sólo un nombre, somos experiencias, vivencias, conocimientos,
sentimientos, formas de actuar… todo nos va configurando como persona y cuando
nos llaman por alguna de esas formas nuestro corazón da un salto sabiendo que
de alguna manera somos llamados, hemos escuchado nuestro nombre.
Si de verdad estamos
seguros de quiénes somos, hemos de sentirnos orgullosos de ser identificados
con eso, no debemos avergonzarnos de profesar una fe, de seguir un ideal
político, de tener unas creencias sociales, de animar a un equipo, de practicar
un deporte, de vivir de forma coherente con lo que creemos y pensamos, así
escucharemos nuestro nombre y seremos capaces de responder con nuestra cabeza
bien alta.
¿Cuál es la base de tu
vida? ¿Quieres responder a la llamada?
Hna. Macu Becerra O.P.
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/28-10-2017/
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