Lectura del santo
Evangelio según san Lucas 11,27-28
En
aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo
gritando, le dijo: «¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te
amamantaron!»
Pero Jesús le respondió: «Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».
Pero Jesús le respondió: «Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».
Reflexión del Evangelio de hoy
Sabréis que yo soy el Señor,
vuestro Dios
Los
textos proféticos están vinculados a hechos históricos muy concretos, que si
los desconocemos nos hacen difícil su interpretación. El libro del profeta Joel
(s. V-IV a. C.) es una pequeña obra que consta de cuatro capítulos a modo de
díptico. El primer cuadro (cc.1,1-2,27) está centrado en el tiempo histórico,
es decir lo que está viviendo el pueblo en ese momento: Israel está siendo
devastado por una plaga de langostas (1,1-6), y una gran sequía (1,10-12.
17-18); el segundo cuadro (cc.2,28-4,21) versa sobre el horizonte escatológico
que están por llegar, el día de Yahvé, y en el que el Señor juzgará al
pueblo según su comportamiento. El texto que nos propone la liturgia pertenece
a esta segunda parte.
La
catástrofe nacional provocada por la plaga y la sequía, suscita en el pueblo
una actitud de conversión profunda y suplica la compasión divina (2, 12-17),
por lo que cuando llega el día de Yahvé no aparece tan terrible como parecía al
inicio. Ese día escatológico aflora con una doble actuación por parte de Yahvé.
Por un lado, juzga a las naciones paganas en el valle de Josafat que resultan
condenadas por no haber escuchado la palabra del Señor; y por otro, restaura
a su pueblo que le ha escuchado y obedecido. Esto se manifiesta en la
naturaleza a través diversos símbolos que hablan de fecundidad: “las montañas
chorrearán vino nuevo, las colinas rezumarán leche y todos los torrentes
de Judá bajarán rebosantes”. La transformación de la naturaleza
constituye el signo de la nueva era, que será definitiva y perpetua, y cuya
garantía y signo es la presencia del Señor en Sion: “Sabréis que yo soy el
Señor, vuestro Dios”.
Aunque
la transformación y restauración definitiva de la naturaleza y de nosotros
mismos, se realizará en plenitud “en los tiempos últimos”, en el día a día de
nuestra vida se va desplegando poco a poco. Si nuestra actitud es de
conversión permanente ante la escucha de la Palabra, la vida de Dios inundará
la nuestra y nos restaurará, nos revitalizará, nos llevara a vivir en plenitud
cada minuto de nuestra existencia. El salmo de hoy así lo expresa: “Amanece la
luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón” (Sal 96).
La verdadera felicidad
El
texto del evangelio de hoy se encuentra situado en la segunda parte del
evangelio, en la que Lucas nos va presentando a Jesús caminando hacia
Jerusalén (9,51-19,28). El camino es tanto un itinerario geográfico, como
teológico. Jesús ha decidido caminar hacia la ciudad santa sabiendo los
acontecimientos que se producirán en ella. El camino de Jesús es también el
camino que ha de recorrer el discípulo por lo que le va presentando las claves
para andar por él.
El
relato anterior (11,14-26) criticaba a los que se oponen al dinamismo de los
signos de Jesús y se cerraban a la palabra de Dios. Ahora el evangelista, como
contraste, presenta este texto en el que se alaba a los que escuchan la Palabra
(11,17-28). Para ello, Lucas yuxtapone dos bienaventuranzas, la de una mujer y
la de Jesús.
Bienaventurado el vientre que te llevó
y los pechos que te criaron
La
mujer levanta la voz. Muestra que es una persona valiente, puesto que se
atreve a desafiar las normas; estaba mal visto que una mujer hablara en
público. Ella bendice al hijo a través de su madre. “Bienaventurado el vientre
que te llevó y los pechos que te criaron”. Como hija de su cultura alaba el
seno y los pechos de María, signo de maternidad (Gn 49,25).
Mejor, bienaventurados los que
escuchan la palabra de Dios y la cumplen
Cuando
termina la mujer, Jesús eleva su voz con la que expresa que la dicha de María
no se fundamenta tanto en la maternidad biológica, sino en la escucha de la
Palabra de Dios y su puesta en práctica (Lc 1,38. 45; 2, 19,51). María aparece
así como modelo de todo discípulo y toda discípula. La verdadera
felicidad del discípulo de Jesús no está en títulos, cargos, parentescos o
posesiones. Para nosotros predicadores de la Palabra esto es un
innegociable de nuestra vida. Escuchar, leer la Palabra nos va dando pistas
para recorrer el camino de la existencia. Hacer una lectura creyente de la
Palabra en nuestro día a día, puede hacernos vivir de forma diferente: darnos
claves de sentido para el camino, y dotar nuestra vida de un horizonte, de una
meta. ¿Cómo escucho cada día la Palabra que me propone el Señor a través
de la Liturgia? ¿Dejo que permee mi corazón y lo transforme?
Hna.
Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/14-10-2017/
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