Francisco saludó especialmente a los fieles de Irak
El Papa Escucha A Los Pastores De La
Iglesia Caldea © L´Osservatore Romano
(ZENIT – 6 Oct. 2017).- El Papa exhortó a
los pastores de la Iglesia Caldea a “trabajar sin descanso como constructores
de unidad”.
El papa Francisco recibió ayer, 5 de octubre de 2017, en audiencia, a
los miembros del Sínodo de la Iglesia Caldea, que se celebra en Roma del 4 al 8
de octubre, encabezados por el Patriarca, Louis Raphaël Sako.
La Iglesia Caldea es una Iglesia oriental católica que sigue la
tradición litúrgica caldea (o siria oriental) en la que utiliza el idioma
siríaco oriental como lenguaje litúrgico y el árabe como lengua auxiliar. Está
organizada como Iglesia patriarcal bajo supervisión de la Congregación para las Iglesias Orientales, y su
sede está en Bagdad (Irak).
El Papa se dirigió a los pastores con una exhortación “a trabajar sin descanso
como constructores de unidad”, ante todo “entre vosotros”, pastores de la
Iglesia Caldea y con los pastores de las otras Iglesias, favoreciendo “el
diálogo y la colaboración” entre todos los actores de la vida pública, para
contribuir a facilitar el retorno de los desplazados y a sanar las divisiones y
oposiciones entre hermanos.
“Es necesario un proceso de reconciliación nacional y un esfuerzo
conjunto de todos los componentes de la sociedad”, anunció el Papa en la
audiencia. Mi deseo es que no desfallezcan la “fuerza de ánimo, la esperanza y
las dotes de laboriosidad que os distinguen”, les animó el Papa.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los
participantes en la audiencia:
Discurso del Santo Padre
Beatitud, queridos
hermanos en el episcopado,
Os acojo con
alegría en estos días en los que estáis reunidos en el Sínodo, mientras os
preparáis para hacer frente a cuestiones de importancia capital para la Iglesia
Caldea, entre las cuales las migraciones forzada de los cristianos, la
reconstrucción de los pueblos, el retorno de las personas desplazadas, el
derecho particular de la Iglesia, la cuestión litúrgica y la pastoral
vocacional. Doy gracias a su Beatitud, el Patriarca Louis Raphaël, por el
saludo que me ha dirigido también en nombre vuestro. Aprovecho la oportunidad
para saludar, a través de vosotros, a los fieles de la amada tierra de Irak,
duramente probados, compartiendo la esperanza de las recientes noticias que
hablan de la reanudación de la vida y de la actividad en regiones y ciudades
hasta ahora sometidas a una opresión dolorosa y violenta. ¡Que la misericordia
de Dios alivie las heridas de la guerra que atormentan los corazones de
vuestras comunidades para que finalmente puedan levantarse!.
Si efectivamente se
ha cerrado una página trágica para algunas regiones de vuestro país, cabe
señalar que aún queda mucho por hacer. Os exhorto a trabajar sin descanso como
constructores de unidad, ante todo entre vosotros, pastores de la Iglesia
Caldea y con los pastores de las otras Iglesias, favoreciendo ,además, el
diálogo y la colaboración entre todos los actores de la vida pública, para
contribuir a facilitar el retorno de los desplazados y a sanar las divisiones y
oposiciones entre hermanos. Este compromiso es más que nunca necesario en el
actual contexto iraquí, ante las nuevas incertidumbres sobre el futuro. Es
necesario un proceso de reconciliación nacional y un esfuerzo conjunto de todos
los componentes de la sociedad para llegar a soluciones compartidas para el
bien de todo el país. Mi deseo es que no desfallezcan la fuerza de ánimo, la
esperanza y las dotes de laboriosidad que os distinguen. Que permanezca firme
vuestro propósito de no ceder al desaliento ante las dificultades que todavía
existen no obstante todos los logros de la tarea de reconstrucción, especialmente
en la llanura de Nínive.
Desde la
antigüedad, esa tierra, evangelizada según la tradición por el apóstol Tomás,
se ha presentado al mundo como una tierra de civilización, tierra de encuentro
y diálogo. Por lo tanto, es de suma importancia que los cristianos, pastores y
fieles, fuertes de sus raíces, se unan para promover las relaciones respetuosas
y el diálogo interreligioso entre todos los componentes del país.
Quisiera también
aconsejaos con respecto a los nuevos aspirantes al ministerio sacerdotal o a la
vida religiosa: frente a la disminución de las vocaciones que padece la
Iglesia, debemos evitar que entren en los seminarios personas que no han sido
llamadas por el Señor; hace falta analizar muy bien la vocación de los jóvenes
y verificar su autenticidad. De lo contrario, sería una hipoteca para la
Iglesia.
¡Que los sacerdotes
y seminaristas sientan vuestra cercanía, que es una verdadera bendición! Para
los candidatos al sacerdocio, la formación sea integral, capaz de incluir los
diversos aspectos de la vida, respondiendo armoniosamente a las cuatro
dimensiones: humana, espiritual, pastoral e intelectual; un recorrido que
prosiga naturalmente en la formación continua de los presbíteros haciéndose una
realidad unitaria con ella.
Me urge invitaros,
así como a los Pastores de la Iglesia latina, a repensar el tema de la Diáspora
teniendo en cuenta las situaciones concretas en que viven las comunidades
eclesiales, sea desde el punto de vista numérico como del de la libertad
religiosa .
Debemos hacer todo
lo posible para que los deseos del Concilio Vaticano II se traduzcan en
realidad, facilitando la atención pastoral tanto en el propio territorio como
en el que se hayan establecido durante mucho tiempo las comunidades orientales,
fomentando al mismo tiempo la comunión y la fraternidad con las comunidades de
rito latino para dar a los fieles un buen testimonio sin prolongar divisiones y
desacuerdos. El diálogo ecuménico e interreligioso debe recomenzar siempre
partiendo de nuestra unidad y comunión católica. En esto os ayudará la Congregación
para las Iglesias Orientales.
Beatitud, queridos
obispos, os invito finalmente a ser paternos con los sacerdotes, que son
vuestros primeros colaboradores , y a ser todos misericordiosos como el Padre.
Que este Sínodo
vuestro in Urbe, bajo la mirada de Cristo, el Buen Pastor, sea un tiempo de
confrontación fructuosa y de reflexión fraterna para el bien de la querida
Iglesia Caldea. Invoco sobre vosotros la abundancia de las bendiciones del
Señor y la protección de la Santísima Virgen María. Y os pido, por favor, que
no os olvidéis de rezar por mí. ¡Gracias!
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