Lectura del santo evangelio según san
Lucas 11,1-4
Una
vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus
discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
Reflexión del Evangelio de hoy
El
Señor siente la suerte de Nínive
Nínive,
la gran ciudad, ha logrado el perdón de sus faltas y la salvación como ciudad
que ha atendido la predicación del profeta Jonás. Nuestro texto nos ofrece la
clave para entender el mensaje de este libro del Antiguo Testamento. Esta
situación, por increíble que parezca, hace enfadar a Jonás, aún a pesar del
resultado positivo de su quehacer misionero que da a entender que tal
conversión la podían haber hecho antes, el profeta se hubiera ahorrado su
trabajo predicador porque nunca se ha puesto en duda que al final la
misericordia de Dios triunfaría. Por eso el Señor quiere que Jonás aprenda la
lección del humilde ricino. A su sombra el profeta descanso, pero al no dar
sombra porque el sol abrasó sus hojas, otra vez brota el enfado del profeta y
éste, malhumorado, se desea lo peor. La pregunta de este relato final del
libro, con evidente propósito pedagógico, cae por su propio peso: ¿no va a
sentir Dios compasión por la gran ciudad, por sus habitantes y animales? Los
culpables del malestar de Nínive no son sus habitantes, sino sus jefes y
responsables; y Dios no sabe olvidarse de la multitud de sus hijos que, en la
mayoría de los casos, es inocente.
Santificado
sea el nombre del Señor
Es
evidente que la oración es un ingrediente esencial en la vida del seguidor del
Maestro de Galilea, y que éste de diversas formas no deja de catequizar a los
suyos en asunto tan fundamental. Porque no se trata de ofrecer una fórmula o un
texto concreto, sino un estilo o un modelo de conversar desde la fe con el
Padre Dios. Y conversación que compromete. La oración del Padrenuestro ha sido
bellamente tratada y comentada con mimo por los Padres de la Iglesia y por las
mejores plumas de nuestra tradición cristiana. Baste aquí indicar que,
cualquiera sea la verbalización concreta de nuestra plegaria, no ha de faltar
nunca en nuestro diálogo con el Padre la gloria y santificación a él siempre
debidas. Genial e imprescindible intención porque en ella hacemos confesión de
nuestra vocación al Reino, sabiendo bien que la gloria de nuestro Dios consiste
en que el hombre viva, en inspirada frase de San Ireneo. En el evangelio, como
en el Padrenuestro, no cabe ocuparse de Dios ninguneando a los hombres, y
viceversa. No nos entretengamos en construir dos imaginarios planos, arriba y
abajo, Dios y los hombres, porque en Jesús la causa de Dios se identifica con
la de sus hijos. Que pidamos la venida del Reino está bien, pero sin olvidar
que ya se está realizando desde la venida de Jesús a nuestra tierra, lo que da
a esta oración el añadido de ser un renovado compromiso de fe: predicar, vivir,
extender y disfrutar del Reino de Dios aquí y ahora.
¿Nos
sirve la oración para conocer y amar más y mejor nuestro mundo doliente y en el
que el Reino vive y lucha?
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/11-10-2017/
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