Lectura del santo
evangelio según san Lucas 10,13-16
En aquel tiempo, dijo
Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se
hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían
convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les
será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas
escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a mí me
escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí
rechaza al que me ha enviado.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
¿Quiero
ser perdonado del todo?
Esta semana concluye el
ciclo de primeras lecturas con una larga petición de perdón que el profeta
Baruc escribe en el destierro, pero es enviada a Jerusalén para ser proclamada
ante todo el pueblo, el día de la fiesta y en fechas oportunas. Está escrito
por los desterrados que todavía no han podido volver a Jerusalén y todavía no
pueden ver el templo reconstruido.
Esta petición de perdón
viene después de que el Señor ha manifestado su designio nuevamente. Designio
de un amor que es apasionado, como recordaréis que se nos decía el lunes
pasado: “Siento un amor profundo por Sión, y me abraso de pasión por ella”.
El Señor se abrasa de
pasión por nosotros, ¿no nos mueve esto a pedir perdón, a reconocer que no
hemos obedecido su voz, que seguimos con obstinación nuestros propios caminos,
nuestros propios proyectos? Es un signo de nuestro tiempo el estar enroscados
sobre nosotros mismos mirándonos incesantemente el ombligo, y esto nos impide
levantar la mirada al cielo, fijarla en el Señor y reconocer nuestro pecado,
pero no para quedarnos ahí, sino para entrar en esta dinámica de amor
apasionado.
Sin embargo, como dice
Henri Nouwen, a nosotros nos gusta “instalarnos en la condición de criado.
¿Tengo confianza en una redención radical? Esto exige de mí una voluntad total
de dejar a Dios ser Dios y que lleve a cabo en mí la renovación”. (L´abbraccio
benedicente, 2000, p. 78).
Quien
os escucha, a Mí me escucha
Las dos lecturas tienen
hoy un marcado carácter penitencial, por eso es tan importante acoger de buen
grado a quien nos invita a la conversión, porque viene de parte de Dios. No es
su pretensión humillarnos y destrozarnos, sino indicarnos el camino, el único
camino de la salvación: ob-audire, la obediencia-escucha de Otro que quiere
nuestra vida.
Hoy el Evangelio sugiere
también otra idea. El contexto de la perícopa de hoy es el envío de los 72
discípulos y de las instrucciones que Jesús les da. Las maldiciones sobre
Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, dan un tinte oscuro a la lectura del Evangelio.
Estas ciudades, testigos de los mayores milagros, no han escuchado la voz del
Señor.
Pero yo quería fijarme en
los versículos que siguen: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha”. Porque
hay un matiz importante. En Mateo está hablando de la estructura de la Iglesia:
el Señor, los apóstoles, los que enseñan, es decir, los profetas. Quien los
recibe está recibiendo al mismo Señor. Pero en los otros paralelos, estas
palabras se enmarcan en el contexto de quién es el mayor en el Reino de los
cielos, es decir, los pequeños: los niños, los que se hacen como ellos, los que
piden un vaso de agua en nombre de Jesús, etc., y quien acoge a estos, está
acogiendo al mismo Jesús.
Pero en Juan, se añade
otro punto importante al que quiero llegar: estos versos vienen justo detrás
del lavatorio de los pies, y termina la escena con estas palabras: “quien
recibe al que yo envíe, me recibe a Mí”. Pero es que el enviado del Señor tiene
que ir a los demás como el más pequeño, como el que sirve, lavando los pies de
sus hermanos. Sólo así podremos ser recibidos en medio de este mundo como
enviados del Señor Jesús, sabiendo que sólo los verdaderos pequeños saben que
están en los comienzos de la pequeñez. Esta es la invitación de la palabra de
hoy, reconocer nuestro pecado, pedir perdón, desde la pequeñez, desde la
humildad de nuestro corazón, para afianzarnos en un amor con pasión por nuestro
Señor.
Simplemente, “sé pequeño,
pero sin creer que un gramo tuyo vale lo que un kilo de tu hermano” (M.
Delbrêl, Il Piccolo monaco. Turín, 1990).
MM.
Dominicas
Monasterio
de Sta. Ana (Murcia)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/6-10-2017/
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