martes, 10 de octubre de 2017

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra.
Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: «Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude».
El Señor le respondió: «Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará.»

Reflexión del Evangelio de hoy

Cuando vio Dios sus obras y cómo se convertían de su mala vida, se compadeció

Seguimos con el relato de Nínive. Esa ciudad cuya maldad, dice el Señor, “ha llegado hasta mí”. El Señor escoge a Jonás para que predique a Nínive que Él está dispuesto a perdonarla si se arrepiente de sus pecados, de lo contrario será arrasada para siempre. Al final, después de la peripecia de su fallida huida, Jonás predica el perdón que el Señor le pide, Nínive se arrepiente de su mala vida y el Señor, movido por su compasión, perdona sus culpas.
Cuando llega Jesús a esta tierra nos recuerda con más intensidad el perdón de Dios. Dios, nuestro Padre, está dispuesto a perdonarnos hasta setenta veces siete, es decir, siempre. Todo el que se acerca a él a pedirle perdón lo obtiene. Un ejemplo bien claro es el de Pedro, el que le negó tres veces en los momentos de su pasión. Jesús, sale a su encuentro y le hace la pregunta más entrañable que se puede hacer: “Pedro ¿me amas?”.  Y ante la respuesta de Pedro: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”, Jesús le perdona y le pide nuevamente que le siga, le pone al frente de su comunidad y se instala en su corazón para acompañarle hasta el final de sus días.

Solo una cosa es necesaria

“Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa”. Marta recibe en su casa a Jesús, le acogió con gozo, pero siguió trajinando de arriba abajo arreglando la casa, y no fue capaz de sentarse con Jesús, de escuchar lo que Jesús quería decirle. Ella seguía trabajando. En cambio, María, escogió la mejor parte. No todos los días pasaba Jesús por allí. Se puso a los pies de Jesús y le escuchaba, estaba atenta a su palabra. Ya habría tiempo después de arreglar la casa, de hacer la comida. Lo importante ahora era escuchar a Jesús, conversar con Jesús.
Marta y María son complementarias, no se oponen. María tiene que hacer lo suyo y lo de Marta. Tiene que hablar con Jesús, escucharle, y tiene que ayudar a su hermana en las tareas de casa. Marta tiene que hacer lo suyo y lo de María. Tiene que arreglar la casa y todas las otras actividades… y tiene también que sentarse a los pies de Jesús, escucharle, hablarle, dejar que su amor y sus palabras penetren en su corazón. Hay tiempo para todo.

Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)

https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/10-10-2017/

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