PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 18 de octubre de 2017
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy
reflexionamos sobre el contraste que existe entre la esperanza cristiana y la
realidad de la muerte. Nuestra civilización moderna trata de suprimir y
disimular la muerte, hasta el punto de que cuando llega nadie está preparado,
ni tiene tampoco los medios para darle un sentido. La muerte es un misterio,
manifiesta la fugacidad de la vida, nos enseña que nuestro orgullo, ira y odio,
son sólo vanidad; que no amamos lo suficiente, que no buscamos lo esencial.
Pero también nos indica que solamente el bien y el amor que sembramos mientras
vivimos permanecerán.
Como hemos
escuchado en la lectura del evangelio, Jesús es el único capaz de iluminar el
misterio de la muerte. Con su actuar nos enseña que sentir dolor ante la
pérdida de un ser querido no es contrario a la esperanza. Su oración al Padre,
Origen de la vida, nos revela que la muerte no forma parte de su designio
amoroso, y que Jesús mismo, con su obediencia total al Padre, restaura el
proyecto original de Dios y nos otorga la vida en abundancia.
En varios
pasajes evangélicos, en que Jesús se confronta con la muerte, pide que no se
tenga miedo ante ella, sino que se confíe en su palabra y se mantenga viva la
llama de la fe. A la evidencia de la muerte, Jesús opone la luz de su potencia,
que también extiende sobre cada uno de nosotros, pequeños e indefensos frente
al enigma de la muerte, y Jesús nos asegura: «Yo soy la resurrección y la vida:
el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá».
Saludos:
Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los
provenientes de España y Latinoamérica. El Señor, única esperanza de la
humanidad, nos conceda la gracia de mantener encendida la llama de la fe, y en
el momento de nuestra muerte nos tome de la mano y nos diga: «¡Levántate!». Que
Santa María, Madre de Dios, interceda por todos nosotros, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Así sea.
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