sábado, 26 de octubre de 2013

Francisco: Ir a confesarse no es ir al psiquiatra ni a la tortura



25 de octubre, 2013 (romereports.com) En la Misa en Casa Santa Marta el Papa explicó las claves del sacramento de la confesión. Dijo que tiene que ser cara a cara y concreta y elogió el ejemplo de los niños cuando se confiesan, que no tienen miedo a esconder sus miserias.

Francisco
“Confesar nuestros pecados no es ni ir a la sentarse con el psiquiatra ni ir a una sala de tortura. Algunos dicen: 'Yo me confieso con Dios'. Pero eso es fácil. Es como confesarse por mail ¿no? Dios está lejos y yo le digo las cosas pero no cara a cara. Cuando un niño viene a confesarse nunca dice algo general. 'Padre, hice esto, a mi tía le hice esto, hice esto allí, a otro le dije esta palabra' y dicen esa palabra. Son concretos. Tienen la sencillez de la verdad”.

Francisco también habló de la vergüenza. Dijo que no es mala, que es una gracia de Dios que ayuda a volver a Él como le ocurrió a San Pedro cuando le negó.

Extracto de la Homilía del Papa
(Fuente: Radio Vaticana)


“Esta es la lucha de los cristianos. Es nuestra lucha de todos los días. Y nosotros no siempre tenemos la valentía de hablar como habla Pablo sobre esta lucha. Siempre buscamos una vía de justificación: ‘Pero sí, todos somos pecadores’. Pero, ¿lo afirmamos así, no? Esto lo dice dramáticamente: es nuestra lucha. Y si no reconocemos esto, nunca podremos tener el perdón de Dios. Porque si el ser pecador es una palabra, una forma de hablar, una manera de decir, entonces no necesitamos el perdón de Dios. Pero si es una realidad que nos hace esclavos, necesitamos esta liberación interior del Señor, esa fuerza. Pero lo más importante aquí es que para encontrar la vía de salida, Pablo confiesa a la comunidad su pecado, su tendencia de pecado. No la esconde”. 

“Algunos dicen: ‘Ah, yo me confieso con Dios’. Esto es fácil, es como confesarte por email, ¿no? Dios está allá, lejos, yo le digo las cosas y no ha un cara a cara. Pablo confiesa su debilidad a los hermanos, cara a cara. Otros dicen: ‘No, yo me confieso’, pero se confiesan de tantas cosas etéreas, tan en el aire, que no concretan nada. Esto es lo mismo que no hacerlo. Confesar nuestros propios pecados no es ir a un sillón del psiquiatra, ni ir a una sala de tortura: es decir al Señor: ‘Señor, soy un pecador’, pero decirlo a través del hermano, para que esta afirmación sea eficaz. ‘Y soy un pecador por esto, por esto y por esto”.

“Los pequeños tienen esta sabiduría, cuando un niño viene a confesarse, nunca dice cosas generales. ‘Padre he hecho esto, y esto a mi tía, al otro le dije esta palabra’ y dicen la palabra. Son concretos, ¿eh? Y tienen la sencillez de la verdad. Y nosotros tendemos siempre a esconder la realidad de nuestras miserias. Pero hay una cosa muy bella: cuando nosotros confesamos nuestros pecados, como están en la presencia de Dios, sentimos siempre la gracia de la vergüenza. Avergonzarse ante Dios es una gracia. Es una gracia: ‘Me avergüenzo’.

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