Día litúrgico: Sábado XXVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 12,8-12): En aquel tiempo,
Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo: Por todo el que se declare por mí
ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los
ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado
delante de los ángeles de Dios. A todo el que diga una palabra contra el Hijo
del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no
se le perdonará.
»Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y
las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué
diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que
conviene decir».
Comentario: + Rev. D. Albert TAULÉ i Viñas (Barcelona,
España).
El Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo
que conviene decir
Hoy resuenan otra vez las palabras de Jesús invitándonos a
reconocerlo ante los hombres. «Por todo el que se declare por mí ante los
hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de
Dios» (Lc 12,8). Estamos en un tiempo en que en la vida pública se reivindica
la laicidad, obligando a los creyentes a manifestar su fe únicamente en el
ámbito privado. Cuando un cristiano, un presbítero, un obispo, el Papa..., dice
alguna cosa públicamente, aunque sea llena de sentido común, molesta,
únicamente porque viene de quien viene, como si nosotros no tuviésemos derecho
—¡como todo el mundo!— a decir lo que pensamos. Por más que les incomode, no
podemos dejar de anunciar el Evangelio. En todo caso, «el Espíritu Santo os
enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir» (Lc 12,12). Al respecto,
san Cirilo de Jerusalén lo remataba
afirmando que «el Espíritu Santo, que habita en los que están bien dispuestos,
les inspira como doctor aquello que han de decir».
Los ataques que nos hacen tienen una gravedad distinta,
porque no es lo mismo decir mal de un miembro de la Iglesia (a veces con razón,
por nuestras deficiencias), que atacar a Jesucristo (si lo ven únicamente en su
dimensión humana), o injuriar al Espíritu Santo, ya sea blasfemando, ya sea
negando la existencia y los atributos de Dios.
Por lo que se refiere al perdón de la injuria, incluso
cuando el pecado es leve, es necesaria una actitud previa que es el
arrepentimiento. Si no hay arrepentimiento, el perdón es inviable, el puente
está roto por un lado. Por esto, Jesús dice que hay pecados que ni Dios
perdonará, si no hay por parte del pecador la actitud humilde de reconocer su
pecado (cf. Lc 12,10).
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