lunes, 28 de octubre de 2013

Señor de Los Milagros [Reflexión]



¡Yo estaré siempre con ustedes¡

Queridos hermanos y hermanas,

Vivimos de cerca esta hermosa festividad en honor al Señor de los Milagros, nos sentimos acogidos por el Dios de la vida y aprovechamos este tiempo para junto al Señor elevar nuestras plegarias a nuestro Padre Dios. Nuestra vida es camino de fe, eso manifiesta una procesión, el camino, pero un caminar junto a Cristo, que nos lleva a Dios, mediante la fuerza renovadora del Espíritu Santo.


La imagen del Señor Jesús, fue pintada milagrosamente en una pared de adobe, ubicada en el Altar Mayor del Santuario de Las Nazarenas de Lima. Nos cuenta la historia que, a mediados del siglo XVII, los negros de Angola formaron la cofradía de Pachacamilla y levantaron una edificación en donde uno de ellos pintó en la pared la preciosa imagen de Cristo.

El 13 de noviembre de 1655, un fuerte terremoto sacudió a Lima y Callao, haciendo caer muchos edificios y causando miles de muertos. Todas las paredes de la Cofradía de los angoleños se cayeron, pero el muro de adobe con la imagen del Cristo permaneció en pie perfectamente, lo que fue considerado un verdadero milagro. Cada año aumentó la fe, al que llamaron Señor de los Milagros, y hoy en día su procesión por las calles de lima en el mes de octubre congrega a millones de personas de diferentes partes del mundo.

Es un tiempo propicio para hacer un alto a lo cotidiano, para dar espacio a nuestra conciencia, dándole una revisión, mirando con ojos de fe aquello que nos aparta de lo bueno, de lo trascendente, de Dios mismo. Un tiempo que nos ayuda a reflexionar sobre nuestra vida en general, y que mirando el rostro de amor de Cristo en la cruz, nos oriente a dar el paso definitivo de seguimiento total. Fácil sería, si comprendiéramos este amor maravilloso que Dios nos tiene, y que nos ofrece a través de su Hijo Jesucristo. En paz viviríamos, si nos dejáramos conducir, por ese amor misericordioso que nos ofrece Dios. Recordemos ese entusiasmo, esa alegría del Padre al ver que su hijo, el que había derrochado el dinero y que había hecho de su vida una desgracia, volvía arrepentido a los brazos misericordiosos del Padre; la parábola del hijo pródigo.

Bien hermanos y hermanas, que esta festividad celebrada desde la fe cristiana, nos impulse siempre a lo bueno, a lo correcto, y a no apartarnos nunca del camino. Que nos vaya configurando, cada día más, con Aquel hermano nuestro que, por amor dio su vida. Que nosotros sepamos entregar la nuestra, todo nuestro ser, y que Él sea siempre nuestra fortaleza.

Jaime Luis Carrascal Quiroz – Prelatura de Caravelí

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