Hoy, ante la expectativa de un mesianismo espectacular,
Jesús anuncia sus padecimientos que ofrecerá "por" nosotros. Su
fidelidad consiste en que Él no sólo actúa como "Dios respecto a los
hombres", sino también como "hombre respecto a Dios", fundando
así la Alianza de modo irrevocablemente estable.
Este injerto ya inconmovible de la alianza en el corazón
del hombre tiene lugar en el sufrimiento vicario del Hijo que se ha hecho
siervo. Desde entonces, a toda la marea sucia del mal se contrapone la obediencia
del Hijo, en el cual Dios mismo ha sufrido. La sangre de los animales no podía
ni "expiar" el pecado ni unir a los hombres con Dios; era simplemente
un signo de esperanza. Pero en las palabras de Jesús sobre el cáliz, todo esto
se ha reasumido y convertido en realidad.
—Jesús, tú nos das la "Nueva Alianza" sellada
con tu Sangre, con el don total de ti mismo. ¡Éste es el "nuevo culto"
en el que la humanidad es atraída a tu misma obediencia!
Fuente: master·evangeli.net
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