Hoy, como la vida no está muy quieta hay que caminarla.
Para permanecer en el amor de Jesús, salimos a caminar las calles de nuestra
ciudad, con la certeza alegre de que Él está a nuestro lado. La alegría del amor
del Señor nos hace caminar juntos como peregrinos, sintiéndonos pueblo fiel de
Dios; vinculados con los demás.
No podemos hacer memoria de Jesús quedándonos instalados
en nuestro propio yo. El cristiano es peregrino, caminante. Jesús nos dijo que
Él es el Camino y para permanecer en un Camino hay que caminarlo. No “se
permanece” estando quieto. Pero tampoco yendo a mil, chocando y atropellando:
Jesús no nos quiere ni quietos ni atropelladores; nos quiere pacíficamente
laboriosos en el camino. Él nos marca el ritmo.
—Así caminaba María: ella, apenas recibido el anuncio del
Ángel, se levantó y se puso en camino para ir a servir a su prima. Ella
acompañó a su Hijo en el camino de la Cruz y acompaña a la Iglesia hacia la
casa del Padre.
Fuente: master·evangeli.net
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