Confesor.
Este humilde sacerdote fue quizás el más grande amigo y
benefactor de San Juan Bosco y, de muchos seminaristas pobres más, uno de los
mejores formadores de sacerdotes del siglo XIX.
Nació en 1811 en el mismo pueblo donde nació San Juan
Bosco. En Castelnuovo (Italia). Una hermana suya fue la mamá de otro santo: San José Allamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata.
Desde niño sobresalió por su gran inclinación a la piedad
y a repartir ayudas a los pobres.
En el año 1827, siendo Caffaso seminarista se encontró por
primera vez con Juan Bosco. Cafasso era de familia acomodada del pueblo y Bosco
era de una vereda y absolutamente pobre. Don Bosco narra así su primer
encuentro con el que iba a ser después su Benefactor, su defensor y el que
mejor lo comprendiera cuando los demás lo despreciaran: "Yo era un niño de
doce años y una víspera de grandes fiestas en mi pueblo, vi junto a la puerta
del templo a un joven seminarista que por su amabilidad me pareció muy
simpático. Me acerqué y le pregunté: ´¿Reverendo: no quiere ir a gozar un poco
de nuestras fiestas?´. Él con una agradable sonrisa me respondió: ´Mira,
amiguito: para los que nos dedicamos al servicio de Dios, las mejores fiestas
son las que se celebran en el templo´. Yo, animado por su bondadoso modo de
responder le añadí: ´Sí, pero también en nuestras fiestas de plaza hay mucho
que alegra y hace pasar ratos felices´. Él añadió: ´Al buen amigo de Dios lo
que más feliz lo hace es el participar muy devotamente de las celebraciones religiosas
del templo´. Luego me preguntó qué estudios había hecho y si ya había recibido
la sagrada comunión, y si me confesaba con frecuencia. Enseguida abrieron el
templo, y él antes de despedirse me dijo: ´No se te olvide que para el que
quiere seguir el sacerdocio nada hay más agradable ni que más le atraiga, que
aquello que sirve para darle gloria a Dios y para salvar las almas´. Y de
manera muy amable se despidió de mí. Yo me quedé admirado de la bondad de este
joven seminarista. Averigüé cómo se llamaba y me dijeron: ´Es José Cafasso, un
muchacho tan piadoso, que ya desde muy pequeño en el pueblo lo llamaban -el
santito".
Cafasso que era un excelente estudiante tuvo que pedir
dispensa para que lo ordenaran de sacerdote de sólo 21 años, y en vez de irse
de una vez a ejercer su sacerdocio a alguna parroquia, dispuso irse a la
capital, Turín, a perfeccionarse en sus estudios. Allá había un instituto
llamado El Convictorio para los que querían hacer estudios de postgrado, y allí
se matriculó. Y con tan buen resultado, que al terminar sus tres años de
estudio fue nombrado profesor de ese mismo instituto, y al morir el rector fue
aclamado para reemplazarlo, y estuvo de magnífico rector por doce años hasta su
muerte.
San José Cafasso formó más de cien sacerdotes en Turín, y
entre sus alumnos tuvo varios santos. Se propuso como modelos para imitar a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri, y sus discípulos se
alegraban al contestar que su comportamiento se asemejaba grandemente al de
estos dos simpáticos santos.
En aquel entonces habían llegado a Italia unas tendencias
muy negativas que prohibían recibir sacramentos si la persona no era muy santa
(Jansenismo) y que insistían más en la justicia de Dios que en su misericordia
(rigorismo).
El Padre Cafasso, en cambio, formaba a sus sacerdotes en
las doctrinas de San Alfonso que insiste mucho en la misericordia de Dios, y en
las enseñanzas de San Francisco de Sales, el santo más comprensivo con los
pecadores. Y además a sus alumnos sacerdotes los llevaba a visitar cárceles y
barrios supremamente pobres, para despertar en ellos una gran sensibilidad
hacia los pobres y desdichados.
Cuando el niño campesino Juan Bosco quiso entrar al
seminario, no tenía ni un centavo para costearse los estudios. Entonces el
Padre Cafasso le costeó media beca, y obtuvo que los superiores del seminario
le dieran otra media beca con tal de que hiciera de sacristán, de remendón y de
peluquero. Luego cuando Bosco llegó al sacerdocio, Cafasso se lo llevó a Turín
y allá le costeó los tres años de postgrado en el Convictorio. El fue el que lo
llevó a las cárceles a presenciar los horrores que sufren los que en su
juventud no tuvieron quién los educara bien. Y cuando Don Bosco empezó a
recoger muchachos abandonados en la calle, y todos lo criticaban y lo
expulsaban por esto, el que siempre lo comprendió y ayudó fue este superior. Y
al ver la pobreza tan terrible con la que empezaba la comunidad salesiana, el
Padre Cafasso obtenía ayudas de los ricos y se las llevaba al buen Don Bosco.
Por eso la Comunidad Salesiana ha considerado siempre a este santo como su
amigo y protector.
En Turín, que era la capital del reino de Saboya, las
cárceles estaban llenas de terribles criminales, abandonados por todos. Y allá
se fue Don Cafasso a hacer apostolado. Con infinita paciencia y amabilidad se
fue ganando los presos uno por uno y los hacía confesarse y empezar una vida
santa. Les llevaba ropa, comida, útiles de aseo y muchas otras ayudas, y su
llegada a la cárcel cada semana era una verdadera fiesta para ellos.
San José Cafasso acompañó hasta la horca a más de 68
condenados a muerte, y aunque habían sido terribles criminales, ni uno sólo
murió sin confesarse y arrepentirse. Por eso lo llamaban de otras ciudades para
que asistiera a los condenados a muerte. Cuando a un reo le leían la sentencia
a muerte, lo primero que pedía era: "Que a mi lado esté el Padre Cafasso,
cuando me lleven a ahorcar" (Un día se llevó a su discípulo Juan Bosco,
pero éste al ver la horca cayó desmayado. No era capaz de soportar un
espectáculo tan tremendo. Y a Cafasso le tocaba soportarlo mes por mes. Pero
allí salvaba almas y convertía pecadores).
La primera cualidad que las gentes notaban en este santo
era "el don de consejo". Una cualidad que el Espíritu Santo le había
dado para saber aconsejar lo que más le convenía a cada uno. Por eso a su
despacho llegaban continuamente obispos, comerciantes, sacerdotes, obreros,
militares, y toda clase de personas necesitadas de un buen consejo. Y volvían a
su casa con el alma en paz y llena de buenas ideas para santificarse. Otra gran
cualidad que lo hizo muy popular fue su calma y su serenidad. Algo encorvado
(desde joven) y pequeño de estatura, pero en el rostro siempre una sonrisa
amable. Su voz sonora, y encantadora. De su conversación irradiaba una alegría
contagiosa (que San Juan Bosco admiraba e imitaba grandemente). Todos elogiaban
la tranquilidad inmutable del Padre José. La gente decía: "Es pequeño de
cuerpo, pero gigante de espíritu". A sus sacerdotes les repetía: "Nuestro
Señor quiere que lo imitemos en su mansedumbre".
Desde pequeñito fue devotísimo de la Santísima Virgen y a
sus alumnos sacerdotes los entusiasmaba grandemente por esta devoción. Cuando
hablaba de la Madre de Dios se notaba en él un entusiasmo extraordinario. Los
sábados y en las fiestas de la Virgen no negaba favores a quienes se los
pedían. En honor de la Madre Santísima era más generoso que nunca estos días.
Por eso los que necesitaban de él alguna limosna especial o algún favor
extraordinario iban a pedírselo un sábado o en una fiesta de Nuestra Señora,
con la seguridad de que en honor de la Madre de Jesús, les concedería su
petición.
Un día en un sermón exclamó: "qué bello morir un día
sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al cielo". Y así le
sucedió: murió el sábado 23 de junio de 1860, a la edad de sólo 49 años.
Su oración fúnebre la hizo su discípulo preferido: San
Juan Bosco.
El Papa Pío XII canonizó a José Cafasso en 1947, y
nosotros le suplicamos a tan bondadoso protector que logremos imitarlo en su
simpática santidad.
Antes de morir escribió esta estrofa: "No será muerte
sino un dulce sueño para ti, alma mía, si al morir te asiste Jesús, y te recibe
la Virgen María". Y seguramente así le sucedió en realidad.
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