San Eugenio I nació en Roma. Fue elegido por expresa
voluntad del emperador Constante, un año antes de la muerte de Martín I papa, mientras
éste era conducido en cadenas a Constantinopla. El clero romano y el mismo
Eugenio I no se opusieron a la voluntad de Constante, probablemente no por
sumisión o miedo, sino por motivos de oportunidad. Tal vez no quería indisponer
al emperador quien, por ejemplo, hubiera podido hacer elegir a un papa
monotelista; o quizás dando muestras de condescendencia no se quiso comprometer
aún más la ya precaria posición del Papa Martín.
No hay duda de que la actitud de Eugenio fuera demasiado
reverente y condescendiente, hasta tal punto que el Liber pontificalis le defino demasiado «benévolo, dulce y lleno de
mansedumbre». Se rescató hacia el final rechazando la epístola sinodal que le
envió el patriarca Pedro, que contenía graves ambigüedades doctrinales en
sentido monotelista, y negándose a suscribir una profesión de fe dictada por el
mismo emperador. Antes bien, contestó a la provocación denunciando los abusos y
las persecuciones que Martín había sufrido por parte de la Corte imperial,
haciéndolos de público dominio.
Habría recibido el mismo trato que su antecesor si
mientras tanto no hubiese muerto.
Se distinguió por varios reglamentos utilísimos que dio a
la Iglesia en una época bastante azarosa. Prescribió que los curas tuviesen que
guardar castidad perpetua.
Estuvo dotado del don de milagros, y murió en el Señor el
2 de junio del año 657.
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