Nuestra Señora de la Consolación, con san Agustín, san Nicolás de Tolentino, santa Mónica y santa Rita. De Juan Simón Gutiérrez (1645-1724). Agustinas Recoletas de Carmona (Sevilla). |
La Madre que consuela y sostiene.
El día 20 de junio se celebra la fiesta de la Santísima
Virgen del Consuelo, patrona especial de Turín y del Piamonte.
El culto de la Virgen del Consuelo data del siglo XI,
cuando se amplió el primitivo edificio dedicado a San Andrés y se erigió, en el
transcurso del siglo XVIII el Santuario de la Consolación, una de las iglesias
más bellas y más amadas por los habitantes de Turín.
En relación con el culto de la Virgen del Consuelo, se
narra que, en el mismo sitio en que hoy admiramos el santuario, había un
pequeño templete que se vio destruido en una de las invasiones de los bárbaros.
Algunos años después, en la ciudad de Briançon, un hombre
ciego de nacimiento, tuvo en sueños una visión de la Virgen María que le
exhortó a llegarse a Turín para buscar un cuadro con su efigie que se había
extraviado.
El hombre, llegado a aquel sitio, recobró milagrosamente
su vista y pudo ver a la Virgen, quien se presentó como "Consoladora"
y se convirtió en la patrona de Turín.
Hoy, la Virgen del Consuelo no sólo es venerada por
muchísimos fieles que a ella imploran gracia y consuelo y que con fe y con
devoción participan en la procesión que, todos los años durante su celebración,
sale del Santuario y serpentea por las calles de la ciudad.
Ella es también la Madre inspiradora de los misioneros
que, en su nombre, se empeñan en llevar el Evangelio por todo el mundo. Al
igual que María, que veneran bajo el título de Consolación, pretenden llevar al
mundo el auténtico Consuelo que es Jesús, el Evangelio y con ello su presencia
junto a los marginados, con la ayuda a los afligidos, la cura a los enfermos,
la defensa de los derechos humanos y el fomento de la justicia y de la paz.
Por todo eso, ellos se dedican a la Misión de forma total,
sin ninguna clase de vínculos, alejados de la materialidad de las cosas,
profesando la pobreza y la obediencia en el espíritu de la beatitud evangélica.
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