Diácono y Doctor de la Iglesia
Poco es lo que sabemos de la vida de San Efrén. Nació en
Nisibi, en la Mesopotamia septentrional a comienzos del siglo IV, probablemente
en el 306. Por lo tanto, tenía siete años cuando Constantino promulgó el edicto
de Milán. Pero parece que Efrén no pudo gozar de la libertad de culto en el
seno de la propia familia, porque el padre era sacerdote pagano y no estaba de
acuerdo con la formación cristiana que la piadosa madre quería impartirle. A
Los 18 años recibió el bautismo y vivió del propio trabajo, en Edesa, como
empleado en un baño público. En el 338 Nisibi fue atacada por los Persas, y
Efrén acudió en su ayuda.
Cuando Nisibi cayó en mano de los Persas, Efrén, que ya
era diácono, se estableció definitivamente en Edesa en el 365, y allí dirigió
una escuela. Allí murió el 9 de junio del 373.
Benedicto XV lo declaró doctor de la Iglesia
en 1920. La tradición nos lo recuerda como un hombre austero. No conocía el
griego y probablemente esta era la razón por la cual no encontramos en su obra
literaria ese influjo teológico contemporáneo, caracterizado por las
controversias trinitarias. Él es el transmisor genuino de la doctrina cristiana
antigua. El medio usado por San Efrén para la divulgación de la verdad
cristiana es sobre todo la poesía, por lo cual con razón se lo ha definido “la
cítara (o el arpa) del Espíritu Santo”.
En su época se estaba organizando el canto religioso
“alternado” en las iglesias. Los iniciadores fueron San Ambrosio en Milán y Diodoro en Antioquía. El diácono de Nisibi,
en las fronteras de la cristiandad y del mundo romano, compuso en la lengua
nativa poesías de contenido didáctico o exhortativo, y propias para adaptarlas
al canto colectivo. El carácter popular de sus poesías hizo que pronto se
difundieran muchísimo. Gracias también a las cuidadosas traducciones en griego,
pronto pasaron de Siria al Oriente mediterráneo.
Efrén no escribía para buscar éxitos literarios; él se
servía de la poesía como un excelente medio pastoral. Hasta en las homilías y
en los sermones usaba este medio como captación y seducción del espíritu. El
profundo conocimiento de la Sagrada Escritura le ofrecía a su rica vena poética
el elemento más original para penetrar en los misterios de la verdad y sacar
útiles enseñanzas para el pueblo de Dios. Efrén es también el poeta de la
Virgen, a la que dirigió 20 himnos y a quien se dirigía con expresiones de
tierna devoción. El llamaba a María “más resplandeciente que el sol,
conciliadora del cielo y de la tierra, paz, alegría y salud del mundo, corona
de las vírgenes, toda pura, inmaculada, incorrupta, beatísima, inviolada,
venerable, honorable...”.
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