Obispo y Doctor de la Iglesia.
Martirologio Romano: En Sevilla, en la Hispania Bética,
san Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia, cuya memoria se celebra en España
el día veintiséis de este mismo mes.
San Isidoro de Sevilla (560-636) es el último de los
padres latinos, y resume en sí todo el patrimonio de adquisiciones doctrinales
y culturales que la época de los padres de la Iglesia transmitió a los siglos
futuros.
Isidoro fue un escritor enciclopédico, muy leído en la
edad media, sobre todo por sus “Etimologías”, una “summa” muy útil de la
ciencia antigua, en la que condensó los principales resultados más con celo que
con espíritu crítico. Pero a pesar de poseer tan ricamente la ciencia antigua y
de influir considerablemente en la cultura medieval, su principal preocupación
como obispo fue lograr la madurez espiritual e intelectual del clero español.
Para esto fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios,
dedicando mucho de su laboriosa jornada a la instrucción de los candidatos al
sacerdocio.
La santidad era algo común en la familia de san Isidoro:
tres hermanos fueron obispos y santos -Leandro, Fulgencio e Isidoro-; una hermana
–Florentina- fue religiosa y santa. Leandro, el hermano mayor, fue tutor y
maestro de Isidoro, que quedó huérfano cuando era muy niño.
El futuro doctor de la Iglesia, autor de muchos libros que
tratan de todo el saber humano: agronomía, medicina, teología, economía
doméstica, etc., al principio fue un estudiante poco aplicado. Como tantos
otros compañeros, dejaba de ir a la escuela para ir a vagar por los campos. Un
día se acercó a un pozo para sacar agua y notó que las cuerdas habían hecho
hendiduras en la dura piedra. Entonces comprendió que también la constancia y
la voluntad del hombre pueden vencer las duras asperezas de la vida.
Regresó con amor a sus libros y progresó tanto en el
estudio que mereció ser considerado el hombre más sabio de su tiempo -Isidoro
sucedió al hermano Leandro en el gobierno de la importante diócesis de
Sevilla-. Como el hermano, fue el obispo más popular y autorizado de su tiempo,
y también presidió el importante concilio de Toledo, en el 633. Se formó con la
lectura de san Agustín y de san Gregorio Magno, y aun sin tener el vigor de un
Boecio o el sentido organizador de un Casiodoro, Isidoro compartió con ellos la
gloria de ser el maestro de la Europa medieval y el primer organizador de la
cultura cristiana. Isidoro fue muy sabio, pero al mismo tiempo de profunda
humildad y caridad; no sólo obtuvo el título de “doctor egregius”, sino también
la aureola de la santidad.
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