A Santiago El Mayor Se Le
Atribuye Haber Aparecido En Diversas Batallas. (Catedral De Córdoba - Wiki
Commons Marshall Henrie)
Patrón de España
«Primero entre los apóstoles en obtener la palma del martirio, patrón de
España. Origen, por tradición, de la Ruta Jacobea y de la espiritualidad
mariana del Pilar, en Zaragoza»
Este galileo, hijo del Zebedeo, compartía el mismo nombre con otro de
los apóstoles: el descendiente de Alfeo. Santiago era natural de Betsaida donde
pudo nacer hacia el año 5 d. C. en una acomodada familia de pescadores. Fue uno
de los elegidos personalmente por Jesús, quien le invitó a seguirle cuando se
hallaba ganándose el sustento en el lago de Genesaret. Su hermano Juan, el
«discípulo amado», que compartía con él la faena, también fue objeto de
llamamiento en ese instante, y se apresuraron a ir en pos del Maestro por el
que entregarían su vida. La inmediatez de su respuesta, dejando trabajo y
familia al momento sin sopesar los riesgos ni detenerse a pensar racionalmente,
signos que se manifestaron antes en Pedro y en Andrés, es una de las
características del seguimiento, testimonio vivo para quienes son sorprendidos
por Jesús en cualquier recodo del camino. Comprendieron en ese minuto que
supuso el cambio radical de sus vidas lo que encerraba el espíritu inserto en
sus palabras: «os haré pescadores de hombres». De algún modo entendieron que
implicaban mucho más que sobrenaturalizar su oficio; les colocaba en el
disparadero hacia el paraíso prometido.
Da idea de cómo sería el temperamento de estos jóvenes pescadores el
sobrenombre que Cristo les dio: «boanerges», esto es, «hijos del
trueno». Algunos pasajes evangélicos reflejan su primitivo carácter impulsivo e
inmaduro. También una cierta osadía, no exenta de ingenuidad, pero en todo caso
envuelta en la ambición y su inseparable egoísmo cuando secundaron a su madre
en la petición de prebendas que hizo para ellos. El Redentor respondió con
infinita paciencia, haciéndoles una observación que fue profecía. ¿Serían
capaces de beber el cáliz? Su respuesta afirmativa fue corroborada por Él, y se
cumplió en Santiago con su cruento martirio, pero el objeto de la conversación:
saber si podrían ser encumbrados en el cielo uno a la derecha y otro a la
izquierda, estaba en manos del Padre. Indudablemente, la impetuosidad y la
pasión bien encauzadas son fuente de gracias. Así que la volcánica vehemencia
que albergaba el corazón de estos hermanos tuvo en Jesús la vía genuina para
seguir creciendo en la línea adecuada. Los dos despertaron el anhelo de
incontables personas que, seducidas por esa cascada inagotable de pasión por lo
divino que apreciaban en ambos, se dispusieron a entregar a Dios sus vidas.
Santiago, junto a su hermano Juan, y a Pedro, conforman una privilegiada
tríada dentro de la comunidad de los Doce. Fueron testigos de momentos singulares
que a otros discípulos les fueron vedados. Acompañaron al Redentor en instantes
gloriosos y también dolorosos. Contemplaron la Transfiguración en el
Monte Tabor, que ardientemente desearon haber podido prolongar, y de no haber
sucumbido al sueño los tres habrían apreciado su terrible agonía en Getsemaní
porque eran los que se hallaban más cerca de Él en esos momentos. Santiago
estaba presente cuando Jesús devolvió milagrosamente la salud a la suegra de
Pedro y resucitó a la hija de Jairo. Tuvo la gracia de ver al Maestro, ya
Resucitado, al producirse su aparición en las orillas del lago de Tiberíades y
se encontraba en Jerusalén en el momento de la venida del Espíritu Santo.
Tras la Resurrección, los discípulos dieron inicio a una labor
evangelizadora que a algunos les condujo muy lejos de las fronteras en las que
se habían movido. Según la tradición, Santiago llegó a España, dejando la
huella de la fe directamente recibida de Cristo en dos lugares emblemáticos:
Galicia y Zaragoza (la antigua Cesaraugusta). Primeramente habría pasado por la
tierra gallega y una vez sembrado allí el evangelio se trasladaría a Zaragoza.
En las orillas del río Ebro descansaría de las intensas jornadas apostólicas
junto a un grupo de siete seguidores, los «Varones apostólicos», los únicos que
se habían convertido. Afligido ante la dureza de corazón de las gentes en las
que había hecho mella el paganismo, obtuvo el consuelo de la Virgen que se le
apareció en esas riveras el 2 de enero del año 40 d. C. Se hallaba de pie,
sobre una columna de luz rodeada de ángeles. Después de asegurarle que
obtendría grandes frutos apostólicos, le encomendó que erigiese una iglesia
levantando un altar justamente en el lugar donde estaba el pilar en el que
reposaba. Acompañó su petición con la promesa de que Ella permanecería hasta el
fin de los tiempos en ese sitio, «para que la virtud de Dios obre
portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades
imploren mi patrocinio». Además, le indicó que regresara a Jerusalén después
de materializar su ruego. Dicho esto, María desapareció y quedó la columna de
jaspe en torno a la cual se edificó la iglesia solicitada, actual basílica de
la Virgen del Pilar en la ciudad de Zaragoza.
Santiago volvió a Jerusalén, como Ella le había pedido, y el año 41 fue
martirizado durante la persecución del rey Herodes Agripas. Fue el primer
discípulo mártir. Luego, siempre según la tradición, su cuerpo, inicialmente
sepultado en Jerusalén, fue trasladado por sus discípulos a Galicia. Sus restos
se veneran en la catedral de Santiago de Compostela. Los estudiosos no se ponen
de acuerdo a la hora de ratificar la fiabilidad de estos hechos. Además, hay
discordancias como la datación de fechas que no encajan en la historia. Pero lo
cierto es que la que se ha considerado su tumba dio lugar a la Ruta Jacobea,
una de las corrientes más fecundas de la historia a todos los niveles
espirituales y culturales, incesantemente recorrida por millares de peregrinos
que acuden a visitarla desde hace siglos. Esta es la realidad incuestionable;
no precisa ser contrastada. Otras vías, que tampoco están corroboradas,
subrayan nuevas trayectorias del apóstol Santiago que pudo llevarle a Cartagena
y a Lérida. Es el patrón de España y de otros muchos países del mundo, objeto siempre
de gran veneración, especialmente en Latinoamérica.
ZENIT: JULIO 24, 2018 20:36ISABEL ORELLANA VILCHESTESTIMONIOS DE LA
FE
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