Lectura del santo evangelio según san Mateo
9,9-13
En
aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al
mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y,
estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían
acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo,
preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos
y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos,
sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y
no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Enviaré
hambre de escuchar la palabra del Señor
Uno
de los argumentos recurrentes del profeta Amós en su predicación es la palabra
denunciadora de las injusticias que se producían en el pueblo de Dios. Había
prosperidad, cierto, pero la riqueza se acumulaba en pocas manos, con el
escándalo consecuente de la mayoría resignada a vivir en la carencia más
injusta. Los poderosos, no contentos con su ostentosa acumulación, no admiten
el sábado porque no pueden hacer negocio en ese día y no tienen freno a la hora
de sus fraudes comerciales. El profeta, por lógica, indica que sus abusos los
pagan los más necesitados. Horrible escándalo de una comunidad que tiene a
mucho orgullo ser propiedad de Yahvé y como norma de conducta vivir acorde a la
voluntad de su Dios, que nunca se olvida de los más débiles. Parece que
el castigo será inevitable, porque Yahvé no se olvida de sus hijos más en
precario. El pecado de Israel afectará a todos, y todos se lamentarán; surgirá
un hambre rara, no de pan, sino de palabra del Señor. A lo peor Dios no habla y
su silencio será la ruina del Israel. Pero no, Dios no quedará indiferente y, a
su manera, intervendrá una vez más para tornar esta situación a modos justos de
proceder, en los que se exprese la fidelidad de su pueblo.
Misericordia
quiero y no sacrificios
Es el
conciso relato de la llamada de Mateo, de quien se dice era recaudador de
impuestos, publicano. En su casa, se sientan con Jesús y sus discípulos,
publicanos y pecadores; una mesa donde no hay ni división ni exclusión, cosa
que escandaliza a los fariseos, demasiado preocupados por la apariencia de
rectitud. Jesús aclara lo que no debería tener aclaración: que los enfermos sí
necesitan al médico; es decir, que él privilegia a los que no cuentan para los
demás, y los que entienden son apartados de la atención del resto, él los
atiende desde el amor y el cuidado de su Dios Padre. Y si no hubiera quedado
nítidamente clara su intención, evoca el dicho del profeta Oseas que resume el
núcleo de la verdadera religión: misericordia quiero y no sacrificios. Es
decir, está de más toda expresión religiosa –por loable que esta sea- que no
considere el sufrimiento humano, que no contenga siquiera un poco de
misericordia a favor de los hermanos más desasistidos. Porque se trata de amor
gratuito, servicial y generoso, al modo del amor que Dios tiene con todos sus
hijos. Con esta toma de postura, Jesús deja bien claro que el nivel excelente
de nuestra fe no es ni la adhesión ni el cumplimiento de la normativa
religiosa, sino el principio misericordia, que hace que pongamos el corazón
allí donde los hermanos nos necesitan. La misión de Jesús queda bien clara al
final del párrafo; los que en la comunidad se consideran puros y justos no
necesitan a nadie, ni siquiera a Dios; pero los que son sabedores de sus
debilidades y rémoras vitales, bien que aplauden esta toma de postura del
Maestro: somos los buscados por el amor compasivo de Jesús de Nazaret.
Que
la comunidad cristiana no cambie el orden ni las preferencias de lo que hoy
dice el evangelio: primero misericordia, después… también misericordia.
Fr. Jesús Duque
O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/6-7-2018/
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