viernes, 6 de julio de 2018

Evangelio del día, 06-07-2018 (Decimotercera Semana del Tiempo Ordinario, Año Par)


Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,9-13
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Reflexión del Evangelio de hoy
Enviaré hambre de escuchar la palabra del Señor
Uno de los argumentos recurrentes del profeta Amós en su predicación es la palabra denunciadora de las injusticias que se producían en el pueblo de Dios. Había prosperidad, cierto, pero la riqueza se acumulaba en pocas manos, con el escándalo consecuente de la mayoría resignada a vivir en la carencia más injusta. Los poderosos, no contentos con su ostentosa acumulación, no admiten el sábado porque no pueden hacer negocio en ese día y no tienen freno a la hora de sus fraudes comerciales. El profeta, por lógica, indica que sus abusos los pagan los más necesitados. Horrible escándalo de una comunidad que tiene a mucho orgullo ser propiedad de Yahvé y como norma de conducta vivir acorde a la voluntad de su Dios, que nunca se olvida de los más débiles.  Parece que el castigo será inevitable, porque Yahvé no se olvida de sus hijos más en precario. El pecado de Israel afectará a todos, y todos se lamentarán; surgirá un hambre rara, no de pan, sino de palabra del Señor. A lo peor Dios no habla y su silencio será la ruina del Israel. Pero no, Dios no quedará indiferente y, a su manera, intervendrá una vez más para tornar esta situación a modos justos de proceder, en los que se exprese la fidelidad de su pueblo.
Misericordia quiero y no sacrificios
Es el conciso relato de la llamada de Mateo, de quien se dice era recaudador de impuestos, publicano. En su casa, se sientan con Jesús y sus discípulos, publicanos y pecadores; una mesa donde no hay ni división ni exclusión, cosa que escandaliza a los fariseos, demasiado preocupados por la apariencia de rectitud. Jesús aclara lo que no debería tener aclaración: que los enfermos sí necesitan al médico; es decir, que él privilegia a los que no cuentan para los demás, y los que entienden son apartados de la atención del resto, él los atiende desde el amor y el cuidado de su Dios Padre. Y si no hubiera quedado nítidamente clara su intención, evoca el dicho del profeta Oseas que resume el núcleo de la verdadera religión: misericordia quiero y no sacrificios. Es decir, está de más toda expresión religiosa –por loable que esta sea- que no considere el sufrimiento humano, que no contenga siquiera un poco de misericordia a favor de los hermanos más desasistidos. Porque se trata de amor gratuito, servicial y generoso, al modo del amor que Dios tiene con todos sus hijos. Con esta toma de postura, Jesús deja bien claro que el nivel excelente de nuestra fe no es ni la adhesión ni el cumplimiento de la normativa religiosa, sino el principio misericordia, que hace que pongamos el corazón allí donde los hermanos nos necesitan. La misión de Jesús queda bien clara al final del párrafo; los que en la comunidad se consideran puros y justos no necesitan a nadie, ni siquiera a Dios; pero los que son sabedores de sus debilidades y rémoras vitales, bien que aplauden esta toma de postura del Maestro: somos los buscados por el amor compasivo de Jesús de Nazaret.  
Que la comunidad cristiana no cambie el orden ni las preferencias de lo que hoy dice el evangelio: primero misericordia, después… también misericordia.

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/6-7-2018/

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