sábado, 28 de julio de 2018

Evangelio del día, 28-07-2018 (Decimosexta Semana del Tiempo Ordinario, Año Par)


Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: 

"No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'»

Reflexión del Evangelio de hoy
¡Está muy claro!
El mensaje de esta primera lectura está meridianamente claro, denuncia la hipocresía. Nos exhorta a no usar la religión como tapadera de la maldad puesto que esta es la manipulación más aberrante que podemos hacer de lo sagrado, es la doblez de corazón más grande que podemos encontrarnos.
Lo que más molestaba a Jesús de los jerarcas de su tiempo era precisamente la hipocresía, cómo utilizaban lo religioso para encubrir sus mentiras y su afán de poder.
El segundo mensaje está descrito en la actitud del profeta Jeremías que, a pesar del mensaje tan comprometido que tiene que anunciar, no tiene miedo de las consecuencias que éste le pueda acarrear. Y como podemos leer capítulos más adelante, este mensaje le costó la condena a muerte, aunque finalmente no se ejecutó.
Esto nos enseña hoy a nosotros a vivir nuestro cristianismo desde el profetismo que implica la consagración bautismal y no ser cómplices de la hipocresía en que vive la sociedad actual. Como dice la traducción de la Biblia de Jerusalén: “¡Para mí está muy claro!”. ¿Y para nosotros?
Del celo amargo, líbranos
            Hay un himno en la liturgia de las horas que dice:
“Tu fuego extinga todo mal,
Concédenos fuerza y salud.
 Del celo amargo, líbranos,
Infúndenos profunda paz”.
El celo amargo, es ese que mueve a los siervos y les hace preguntar: “¿De dónde sale la cizaña? ¿Quieres que vayamos y la arranquemos?”.  Estos siervos no han comprendido todavía que Jesucristo ha traído el sentido a nuestras vidas, pero no ha eliminado todos los puntos oscuros de la existencia humana, puntos oscuros que están en el interior de cada hombre. Sólo los ilumina por medio de la esperanza.
El celo amargo está muy lejos de la paciencia y la longanimidad. Y la pedagogía de Dios es otra, es “dejarlos crecer juntos hasta la siega”. El Señor espera para apiadarse, aguarda para compadecerse, porque así, hasta el gorrión puede encontrar una casa y la golondrina un nido. Si no fuera por la paciencia de Dios, ¿dónde estaríamos todos?
¿Cómo podemos acoger esta esperanza que nos hace entender que en la vida humana hay trigo y cizaña? Adentrándonos en el camino de la oración, que es la que nos hace conocer el propio corazón, recorrer todos sus vericuetos y dejar que Dios llegue a todos sus rincones ocultos. Pero debemos huir de esa oración entendida como magia, según dice ese famoso cuento: en no sé qué sitio, había no sé qué santo, que si le rezabas no sé qué, te daba no sé qué cuánto.
El 9 de Abril de 1944 moría en el campo de concentración de Flossenburg, el pastor luterano Dietrich Bonhoeffer. La víspera había enviado a un amigo suyo, obispo anglicano de Chicester llamado George Bell, un mensaje: “la victoria es segura”. Pero debemos saber esperar para poder escuchar al final: “vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas”.

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Santa María de Gracia-Casa Federal, Córdoba
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/28-7-2018/

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