Lectura del santo evangelio según san Mateo
(10,7-15)
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Id y proclamad que el reino de los
cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad
demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.
No
llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino,
ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su
sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de
confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis.
Al
entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis
vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.
Si
alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid
el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a
Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Con
lazos de amor lo atraía
¡Cuántos
hombres y mujeres nos han relatado en bellos poemas su experiencia amorosa! Lo
que sienten por la persona amada. Lo que significa para ellos esa persona
amada, lo que están dispuestos a hacer por la persona amada… Siempre nos dicen
que las palabras humanas nos les sirven para expresar la experiencia que están
viviendo. Pero algo nos descubren sus palabras.
Dios,
experto en amores, ha escrito varios poemas de amor, de amor hacia nosotros los
hombres. El profeta Oseas nos brinda hoy uno de esos poemas sublimes de amor de
Dios hacia su pueblo, hacia todos nosotros. Un amor inundado de ternura, de
estar siempre al acecho en las mil situaciones que vivimos para tendernos su
mano amorosa. Desde nuestro nacimiento nos ama y busca nuestro amor: “Yo enseñé
a andar a Efraín, lo alzaba en brazos… cuando Israel era joven, lo amé… Con
ataduras humanas, con lazos de amor lo atraía”. Y cuando su pueblo, cuando
nosotros, le damos la espalda, él sigue amándonos, nunca nos cierra la puerta
de su corazón: “¡No cederé al ardor de mi cólera… que yo soy Dios y no
hombre!”.
Ante
un amor así, nuestro corazón y nuestras entrañas no pueden menos de
“conmoverse” y llenarse de profundo agradecimiento. Y le pedimos a nuestro Dios
que seamos capaces de corresponder a tan extraordinario amor, que hagamos de
nuestra vida una “historia de amor”, como la suya.
Id y
proclamad que el Reino de los Cielos está cerca
Jesús
pide a sus apóstoles predicar la llegada del Reino de los cielos, del Reino de
Dios. Es la mejor noticia que pueden ofrecer a la humanidad. Hay que
anunciar a los hombres de todos los tiempos que Dios se ofrece a ser nuestro
Rey, a reinar en nuestro corazón, como lo que es: nuestro Dios y Señor. Pero no
tengamos miedo. Inmediatamente Jesús nos anuncia que nuestro Dios, no es
un ser lejano, despótico, indiferente… es nuestro Padre. No contento con
regalarnos la vida humana, nos regala su vida divina. En verdad somos hijos de
Dios. De lo que se desprende que todos los hombres somos hermanos. He aquí el
secreto primero, el núcleo fundamental del evangelio de Jesús, del Reino de
Dios. Un reino, una sociedad de hijos y de hermanos. Que ya empieza en esta
tierra, donde lo viviremos en medio de nuestros aciertos y de nuestros fallos,
y que tendrá su plenitud después de nuestra muerte, donde solo Dios y solo el
amor van a reinar.
El
evangelio de hoy nos indica en qué condiciones pide Jesús a sus apóstoles que
prediquen su buena noticia. Condiciones que no son las mismas con las que hoy
tenemos que evangelizar. El criterio de predicación es claro para todos los
tiempos: aquello que favorezca la proclamación del evangelio es adecuado,
aquello que lo perjudique será inadecuado y debemos evitarlo.
Fray Manuel Santos
Sánchez
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/12-7-2018/
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