Lectura del santo evangelio según san Mateo
(10,24-33)
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su
maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su
maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado
Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay
cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a
saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo
que escuchéis al
oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma
y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo,
ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta
los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay
comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los
hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me
niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
Reflexión del Evangelio de hoy
¡Aquí
estoy!
Isaías
es uno de los profetas más grandes de la Biblia, cuenta sus experiencias con
unas imágenes grandiosas. En este texto, el piensa en Dios como un rey
poderoso, sentado en un trono y aclamado por los demás. Dios, es santo, justo,
veraz, auténtico y ante El Isaías se siente pequeño. Pero el encuentro con El,
lo transforma; el fuego purifica sus labios y, aunque no lo merezca lo hace
digno. Como está atento a lo que Dios quiere de él; escucha su pregunta “¿A
quien enviaré?” Y él con una gran valentía le responde: “¡Aquí estoy, mándame!”
Estas
palabras nos remiten y recuerdan el principio del tiempo y de la vida cuando,
en el libro del Génesis, se nos dice “Dios le concede al hombre la dignidad de
seguir recreando a todos los seres del universo, lo constituye su colaborador”
(Gn 1, 26-31), para que ponga nombre a todo ser viviente en el cielo y en la
tierra en las figuras de Adán y Eva ( Gn 2,19-20) De Dios y del hombre es la
tarea de la vida. Pero la tarea de la vida, la vuestra y la nuestra en el
monasterio de contemplación y de oración, está sumergida en el misterio del pecado,
en el miedo explícito del génesis, como en las lecturas de Isaías y Mateo. La
existencia humana se mete en la noche de los tiempos y el amanecer de las
personas se tiñe de impureza, como nos habla el profeta (Isaías 6,5)
Isaías no es llamado, sino que se ofrece así mismo como instrumento en las
manos de Dios. La experiencia de Isaías nos ayuda a delinear nuestro compromiso
con el mensaje de Dios hoy. El tenía dudas, temores, preguntas… Y recibió una
respuesta a sus inquietudes y no quedó con las manos vacías. Por eso nosotros
tenemos que pensar que Dios nos llama a una misión, que no debemos tener miedo;
porque Dios nos llama, nos concede también su gracia para responder.
¡No
tengáis miedo!
En el
evangelio se nos invita también a no tener miedo, que tendremos dificultades y
persecuciones; pero no tenemos que estar preocupados; porque no es más el
discípulo que su Maestro. Nos invita a la confianza y a ponernos en manos de
Dios, sabiendo que Dios está con nosotros en cada momento y eso nos da el valor
y la paz para dar testimonio de Jesús.
El
Dios de la vida cuenta con el Hijo Primogénito, con los hombres, para el
proyecto del universo. Unos hombres sin la amalgama de factores sociales y
personales, materiales, que, en su debilidad, no son capaces de la misión. Es
la gracia quien llama, purifica y fortalece, capacita a su ser asustadizo y
angustiado, dándole unos parámetros existenciales mas allá de sus límites e
intereses individuales, y crean así una nueva familia humana.
La
fortaleza que nos da el sabernos amados por Dios, es nuestra fuerza como una
piedra preciosa, se convierte en coraza y espada que vence el sarcasmo de los
satisfechos y el desprecio de los orgullosos; cae el mundo de los mentirosos y
la sabiduría de los arquitectos intrascendentes que edifican en el defecto y la
carencia, dejándonos llevar del orgullo y la envidia.
Que
el Señor Jesús quite nuestros miedos, para saber vivir desde el abandono y la
confianza y que Nuestra Madre llena de misericordia nos enseñe a vivir con
fidelidad en nuestra misión. Aquí estoy, envíame.
Monjas Dominicas
Contemplativas
Monasterio de la Encarnación (Alcalá la Real)
Monasterio de la Encarnación (Alcalá la Real)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/14-7-2018/
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