martes, 10 de julio de 2018

Evangelio del día, 10-07-2018 (Decimocuarta Semana del Tiempo Ordinario, Año Par)


Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,32-38)
En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual.»
En cambio, los fariseos decían: «Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.»
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque 

estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»

Reflexión del Evangelio de hoy
¿Cuándo lograréis la inocencia?
El profeta Oseas denuncia cómo el pueblo construye ídolos para su perdición. Y se pregunta por la inocencia del pueblo. Porque no se tiene el alma limpia de culpa cuando se abandona a Dios sustituyendo por objetos o personajes públicos la imagen de Dios.
Es curioso cómo el ser humano les da carácter sagrado a cosas insignificantes y reduce lo sagrado a lo material. Hay un pacto social para que esto sea así. Se forja una nueva cultura. De alguna manera se antepone los intereses personales y políticos a un religarse a Dios con libertad. El profeta concluye que puesto que siembran viento cosecharán tempestades.
También el profeta Oseas se pregunta cuando el pueblo logrará su inocencia. El profeta debe hablar contra el templo y su símbolo, el becerro, porque las autoridades que lo administran, los sacerdotes, ejercen un influjo ilegítimo en la vida política del país, constituyendo autoridades y estableciendo pactos. Los ídolos no son Dios, aunque lo hayan hecho artesanos. No son inocentes los que por ignorancia se dejan llevar por la moda, la desidia o la pereza de no conocer a Dios.
Se compadecía de ellas
Siempre que alguien hace el bien, hay otro que ensombrece su quehacer y su persona. Si alguien brilla con luz propia, alguien aparece con su sombra de celotipia para oscurecerla. Pero eso, no puede abocarnos a una sola mirada. Se necesita trascender las sombras para ver el bien que se nos ha mostrado. Es lo que le pasa a Jesús en este evangelio de Mateo.
Jesús cura a un endemoniado que es mudo, lo libera de su demonio, y comienza hablar. Porque la experiencia de liberación no puede hacer callar la acción de salvación que Jesús obra en su vida. Ha de comenzar el testimonio. Uno no queda igual, cuando siente la experiencia de liberación en un encuentro con Jesús.
Mientras la gente admiraba a Jesús por hacer el bien y liberar a la gente, los fariseos hacían de hermanos de las sombras, ensombreciendo la labor de Jesús. “Ese echa los demonios con el poder del jefe de los demonios”.
Pero eso no detuvo a Jesús. El texto hace contrastar la inoperancia de los fariseos frente a la acción Evangelizadora de Jesús predicando el Reino, curando todas las enfermedades y dolencias. Porque se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas sin pastor. Y ese es el peligro al que se enfrenta cada creyente, porque en tiempo de escasez, de desorientación y crisis podemos caer en la desidia y abandono de toda acción salvífica que a través de nosotros Dios puede realizar. Podemos caer en la no disponibilidad y cerrar nuestras puertas de libertad para que Dios nos muestre como instrumento de liberación. No podemos mirar a la gente extenuada y abandonada y quedarnos en la indiferencia. Dios nos pide colaboración.
La acción de Jesús le lleva a pedir la oración a Dios a todos los que le siguen, una llamada a volver a Dios nuestra mirada, para que mande más trabajadores para su mies.

Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/10-7-2018/

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