14-06-2014
Isabel Méndez convirtió su vida en una obra maestra.
Nació en un pueblo de Salamanca, en España. A los 20 años, esta mujer joven y alegre decidió hacerse Sierva de San José, una orden que ayuda a las mujeres desfavorecidas a conseguir un trabajo digno.
Isabel llevó una vida que hubiera pasado desapercibida si no fuera por su fortaleza durante una grave enfermedad, la tuberculosis.
Victoria López
Postuladora, Siervas de San José
"Sus compañeras decían, 'era como una cualquiera'. Después, en la enfermedad se dieron cuenta de la calidad. Porque no era tan corriente que una chica tan joven y con tantos valores tuviera la serenidad, tuviera la alegría dentro de la enfermedad que tuvo Isabel. Su padre dice: 'Siempre la he visto alegre, nunca la he visto triste en ningún momento de la enfermedad'”.
La tuberculósis truncó su deseo de ser misionera y ayudar a mujeres en otros continentes. Pero ni los dolores ni el deterioro físico le hicieron perder la sonrisa. Hay decenas de testimonios que lo corroboran, como el del capellán del sanatorio donde estuvo.
Victoria López
Postuladora, Siervas de San José
"El padre Antonio, que era el capellán del sanatorio de los Montalvos y que era el confesor de Isabel, cuando se murió escribió a la madre general y le decía: 'les doy la enhorabuena porque tienen una santa. Lo que ha vivido Isabel es propio de una persona que se ha dejado hacer de Dios con una fidelidad enorme'”.
Isabel falleció en 1953 con 29 años. Muchos reconocieron enseguida que su vida fue especial e incluso dijeron entonces que era santa. Por eso, las Siervas de San José iniciaron su proceso de canonización que continúa hoy en día. Y aunque no pudo ser misionera, su testimonio sí ha llegado a los cinco continentes a través de las Siervas de San José, presentes en todo el mundo.
La Orden tiene la esperanza de ver a Isabel en los altares pronto. Sería la segunda Sierva de San José tras la fundadora, la Madre Bonifacia, canonizada en 2011.
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