Día litúrgico: Miércoles XVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 15,21-28): En aquel tiempo, Jesús
se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que
había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor,
hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió
palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene
gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las
ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante
Él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Él respondió: «No está bien tomar el pan de
los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también
los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces
Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y
desde aquel momento quedó curada su hija.
Comentario: Rev. D. Jordi
CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España).
Mujer, grande es tu fe
Hoy escuchamos a menudo expresiones como “ya no queda fe”,
y lo dicen personas que piden a nuestras comunidades el bautizo de sus hijos o
la catequesis de los niños o el sacramento del matrimonio. Esta palabra ve el mundo
en negativo, muestra el convencimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor
y que ahora estamos al final de una etapa en la que no hay nada nuevo que
decir, ni tampoco nada nuevo por hacer. Evidentemente, se trata de personas
jóvenes que, en su mayoría, ven con un cierto tono de tristeza que el mundo ha
cambiado tanto, desde sus padres, que quizás vivían una fe más popular, que
ellos no se han sabido adaptar. Esta experiencia les deja insatisfechos y sin
capacidad de reacción cuando, de hecho, quizás están a la entrada de una nueva
etapa que conviene aprovechar.
Este pasaje del Evangelio capta la atención de aquella madre
cananea que pide una gracia para su hija, reconociendo en Jesús al Hijo de
David: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente
endemoniada» (Mt 15,22). El Maestro queda sorprendido: «Mujer, grande es tu
fe», y no puede hacer otra cosa que actuar a favor de aquellas personas: «que
te suceda como deseas» (Mt 15,28), aunque parezca que no entran en sus
esquemas. No obstante, en la realidad humana se manifiesta la gracia de Dios.
La fe no es patrimonio de unos cuantos, ni tampoco es propiedad
de los que se creen buenos o de los que lo han sido, que tienen esta etiqueta
social o eclesial. La acción de Dios precede a la acción de la Iglesia y el
Espíritu Santo está actuando ya en personas de las que no hubiéramos sospechado
que nos traerían un mensaje de parte de Dios, una solicitud a favor de los más
necesitados. Dice san León: «Amados
míos, la virtud y la sabiduría de la fe cristiana son el amor a Dios y al
prójimo: no falta a ninguna obligación de piedad quien procura dar culto a Dios
y ayudar a su hermano».
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