Hoy leemos en el Evangelio que, creer en Jesús y verle, es
creer y ver al Padre. Si el texto dijera solamente: “el que cree en mí, no cree
en mí”, sería contradictorio. Si dijera: “el que cree en mí, cree en aquel que
me ha enviado”, remitiría a la vez a Jesús y al Padre que le envía, y sería muy
claro.
¿Por qué, pues, Jesús intercala una afirmación negativa
(“no cree en mí”) que, de entrada, dificulta la comprensión de lo que
transmite? La respuesta es: porque Jesús, si bien no es diferente del Padre, sí
que es "distinto" del Padre: nos hallamos ante una de las expresiones
del misterio trinitario. Así pues, Jesús, a la vez, no es el Padre (es el
Hijo); es lo mismo que el Padre (es Dios) y es criatura como nosotros (es
hombre).
—Señor, dame una fe profunda y una empatía totalmente
amorosa para amarte como Hombre perfecto, como el santo de Dios.
Comentario: Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret
(Vic, Barcelona, España).
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